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aniquilar a este pecador pues él se ha buscado su propia muerte. No puedo soportar
por más tiempo los insultos que está profiriendo contra mí y contra Bhishma, el anciano
kuru. Estoy dispuesto a luchar y liberar al mundo de semejante pecador.
Krishna subió al carro que conducía Daruka. Sisupala con los ojos encendidos por
la ira miraba a Krishna como una polilla hipnotizada por el fulgor de una llama. Los
reyes, aturdidos por el inesperado curso que habían tomado los acontecimientos, per-
manecieron allí de pie observándolo todo. Yudhishthira era el que estaba más apenado.
Vio varios presagios fatídicos, por lo que se dirigió a donde estaba Narada para que éste
le explicara el significado de aquellos presagios. Narada le dijo que todos ellos señalaban
la manifestación de una gran calamidad, y que era inminente la muerte de Sisupala. Esto
deprimió mucho a Yudhishthira pues él odiaba aquella clase de situaciones fueran por el
motivo que fueran. Él observaba la lucha con la mirada triste, mientras Bhishma, que
parecía como si hubiera rejuvenecido súbitamente, contemplaba el combate sonriente
con un brillo destelleante en sus ojos y una sonrisa en sus labios.
La lucha estaba tocando a su fin. Krishna con una mirada de infinito amor en sus ojos
levantó su chakra y lo lanzó contra Sisupala. El chakra voló como un Sol surcando los
aires y cortando de un solo tajo la cabeza, la separó del cuerpo de Sisupala, el cual se
desplomó al suelo como un gran árbol abatido por un repentino golpe de hacha. Tras esto
surgió un resplandor del cuerpo inerte de Sisupala, que en vez de elevarse al firmamento,
se dirigió a donde estaba Krishna fundiéndose en sus benditos pies. De todos los que allí
habían observado aquello, nadie excepto el mismo Krishna podía entenderlo, ni podían
tampoco comprender la mirada de infinito amor y felicidad que se dibujaba en su rostro.
Acababa de cumplir parte de la promesa hecha a sus amados siervos, laya y Vijaya, pues
uno de ellos ya había sido liberado para siempre de la esclavitud humana. Muy pronto le
llegaría el turno a Dantavaktra. Estos eran los pensamientos que ocupaban la mente de
Krishna. Tras la muerte de Sisupala, se sucedieron terribles conmociones en la naturaleza.
Los cielos dejaban caer sus lluvias sin razón alguna y se sucedían los terremotos, mientras
que los mares amenazaban con desbordar sus límites. Aquellos presagios auguraban
terribles calamidades debido a su muerte. De acuerdo a la interpretación de los rishis
que allí se habían reunido, esto tenía un terrible significado para el mundo entero.
La mayoría de los reyes se enojaron con Krishna por lo que había hecho y aunque
los amigos de los pandavas estaban muy complacidos, la impresión general era más de
descontento que de aprobación. Sin embargo, nadie se atrevió a manifestar su opinión.
El gran Rajasuya que había tenido tan buen comienzo, terminó desastrosamente. Aquel
incidente había arruinado la felicidad de todos, mas nada se podía hacer al respecto.
Nada puede detener el curso del destino.