Page 211 - Mahabharata
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2. El salón 191
riachuelos, su aliento salía apresuradamente. Era conmovedor ver a este gran héroe
forzado a contener sus brazos, para no arrancar la vida a todos los kurus.
Radheya dijo:
—Escúchame, Draupadi, el hecho es que eres una esclava. Una esclava que no tiene
posesiones y como tus esposos son esclavos no tienen derecho sobre ti. Los hijos de
Dhritarashtra son tus dueños ahora. Ve al harén del rey y elige entre ellos a un marido
que no te use como apuesta en un juego de dados. Una mujer que es esclava tiene
derecho de elegir un nuevo dueño.
Estas palabras de Radheya entraron como flechas en los oídos de Bhima, el cual miró
a Yudhishthira y le dijo:
—No culpo a Radheya por lo que dice, sólo está manifestando los derechos de una
esclava, te culpo a ti; si no hubieras sido tan tonto ¿crees que nuestros enemigos hubieran
tenido oportunidad de hablar así? —Suspirando como silban las serpientes, Bhima tuvo
que mantener su cólera bajo control.
Duryodhana estaba complacido con las palabras de Radheya y preguntó a Yud-
hishthira:
—Bhima, Nakula, Shadeva y Arjuna están callados porque no quieren hablar mientras
tú estés aquí. Te pregunto a ti; dale a Draupadi una respuesta a su pregunta, ¿la
consideras una mujer libre o una esclava?
Yudhishthira no replicó. Entonces el pecador Duryodhana intoxicado por el orgullo
de poder dañar a otros y aguijoneado por el destino, miró a su amado Radheya con
una sonrisa en los ojos. Luego sonriendo despectivamente, miró a Bhima con ojos
provocadores y cuando estuvo seguro de haber captado su atención, extendió su muslo
izquierdo a Draupadi, proclamándose su amo en un ademán de lasciva soberbia.
Capítulo XV
LOS TERRIBLES JURAMENTOS
HIMA se dirigió a Duryodhana como una cobra enfurecida, le miró con sus ojos
B rojos como el metal candente y le dijo:
—Que nunca llegue a los cielos donde están mis antepasados, si no rompo ese muslo.
Romperé el muslo de Duryodhana con mi maza o, si no, que me condene a vivir en el
infierno para siempre.
Radheya miró con desprecio a Bhima, y dirigiéndose luego a Dussasana le dijo:
—Dussasana, ¿para qué te demoras? Conduce a esta doncella a los aposentos de las
mujeres. Duryodhana, te puedes quedar con ella.
Dussasana intentó de nuevo arrastrarla. Ella recurrió a los ancianos una vez más,
a Bhishma, a Drona, a Dhritarashtra, pero ninguno habló. Vidura trató en vano de