Page 235 - Confesiones de un ganster economico
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consideraba sus opciones. Los EHM habían fracasado. Tal vez sería hora de enviar a
los chacales.
El 11-S cambió todas las prioridades. El presidente Bush y sus consejeros se vieron
en la necesidad de buscar aliados entre la comunidad internacional en apoyo de la
campaña estadounidense en Afganistán y de una invasión de Iraq. Para colmo, la
economía estadounidense había entrado en recesión. Venezuela quedó relegada al
fondo de la cocina. Tarde o temprano, sin embargo, Chávez y Bush tendrían que verse
las caras. Si el crudo de Iraq y otros del Oriente Próximo estaban amenazados,
Washington no podía correr el riesgo de descuidar a Venezuela durante demasiado
tiempo.
Mis excursiones por la Zona Cero y Wall Street, la conversación con el viejo
afgano y las noticias de la Venezuela de Chávez me llevaron al punto que durante
muchos años había tratado de evitar: el momento de echar una fría ojeada a las
consecuencias de mis actos de los últimos tres decenios. Imposible negar el papel que
había desempeñado, ni el hecho de que mi labor en el pistolerismo económico
afectaba a la generación de mi hija, con resultados sumamente negativos. Me daba
cuenta de que no podía seguir aplazando la acción expiatoria de saldar cuentas con la
vida pasada, de tal manera que abriese los ojos a otras personas en cuanto al
significado de la corporatocracia y que hiciese comprender por qué nos odiaba medio
mundo.
Empecé a escribir otra vez, pero me pareció entonces que lo que llevaba escrito se
había quedado anticuado. Era necesario ponerlo al día de alguna manera. Incluso
pensé viajar a Afganistán, Iraq y Venezuela para escribir un comentario actualizado
sobre esos tres países. A mi modo de ver, ejemplificaban otras tantas paradojas de la
vida política actual. Los tres habían sufrido grandes trastornos y se hallaban en poder
de unos líderes que dejaban bastante que desear (el talibán cruel y despótico, el
psicópata de Saddam, y el inepto en cuestiones de economía Chávez). Pero en ninguno
de los casos la reacción de la corporatocracia estuvo dirigida a remediar los problemas
de fondo de esos países, sino que se limitó a tratar de desestabilizar a los dirigentes
cuando amenazaban nuestra política petrolera. En muchos aspectos Venezuela
presentaba el caso más interesante, porque si bien la intervención militar era ya una
realidad en Afganistán, y parecía inminente en Iraq, la posible respuesta de la
administración frente a Chávez seguía envuelta en el misterio. A mí no me interesaba
dilucidar si Chávez era buen o mal dirigente, sino cómo reaccionaría Washington ante
un líder que se plantaba como un obstáculo en la marcha de la corporatocracia hacia el
imperio global.
Las circunstancias intervinieron una vez más, sin darme tiempo a
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