Page 31 - Velasco y la independencia nacional

La Suerte de la Revolución • Augusto Zimmermann Zavala
había tomado el poder para gobernar a la antigua manera de los golpes militares, apartando a los partidos políticos, clausurando el Congreso, desterrando al presidente de la República, para establecer un programa de orden, paz y tra- bajo.
La Revolución, —y ellos la soñaban así— había nacido para cuestionar el orden social y económico, para poner en marcha un proyecto nacional y empezar a cambiar, una por una, las estructuras capitalistas que explotaban al hombre pe- ruano y le impedían su desarrollo humano. Para interrumpir el sendero capitalista. Para atacar y resolver los problemas, en el propio terreno de la realidad, sin importar fórmulas, sin copiar recetas, sin hacer, por pereza, lo que otros decían qué era lo mejor para la vida de los pueblos.
Llevábamos casi ciento cincuenta años de retraso repub- licano y tendríamos que iniciar, ahora, porque la historia lo había dispuesto, un movimiento de liberación nacional que la Fuerza Armada del Perú llevara adelante hasta sus últimas consecuencias, porque sólo ella tenía el privilegio de garan- tizar, con sus cañones y tanques, una revolución en paz, sin dividir a los peruanos, sin lanzar al país por el despeñadero de una lucha fratricida.
El Perú de 1969 tenía características inevitablemente graves: la vieja oligarquía controlaba el poder de la tierra. Plantaciones inmensas de azúcar y algodón eran la heredad de las familias tradicionales. Los apellidos Pardo, Aspílla- ga, Gildemeister, Graña, De la Piedra, Beltrán, De la Borda, hacían sentir su peso en la política, en la economía, en la so- ciedad. Los políticos se sentaban en su mesa. Odría, Haya de la Torre, Ravines, Beltrán, De la Piedra y Gildemeister apa- recían fotografiados en los periódicos celebrando una “re- unión cumbre” para decidir la suerte de la reforma agraria. Así acordaron que la mejor ley consistía en no tocar la estruc-
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