Page 41 - Velasco y la independencia nacional
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La Suerte de la Revolución • Augusto Zimmermann Zavala
El General Montagne estaba casado con la señora Isa- bel Landázuri Ricketts, hermana del Cardenal primado de la Iglesia. Vivía modestamente de su sueldo de ministro. Y se ayudaba con algunos negocios con su cuñado, Javier Landázuri Ricketts, conectado a la organización Hoschild.
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El presidente Velasco tocó el timbre y vio llegar presuroso al Mayor Justo Jara Ugarte.
− Que pasen los Comandantes Generales.
Ahora se definiría la suerte de la Revolución:
− Hace algunos días les hablé de que fueran pensando en una solución que contemplara mi pase al retiro. Ahora ha llegado el momento de conocer sus opiniones. A ver, empec- emos por el menos antiguo, Almirante Navarro, ¿cuál es el voto de la Marina?
− Mi General, conforme Ud. lo pidió hemos hecho las con- sultas necesarias y nuestra posición es respaldar la que tome el Ejército.
− De ninguna manera, eso no lo permito. Señores, aquí ten- go el Estatuto. Tú, Ernesto, lo has firmado. Y por la Marina y la Aviación los comandantes generales que los precedieron. Cada Instituto es independiente del otro. Aquí está, cada uno tiene derecho a un voto. Para elegir presidente, según lo dispone este Estatuto, que la Fuerza Armada se ha compro- metido públicamente a cumplir y hacer cumplir, hacen falta tres votos de los Comandantes Generales del Ejercito, Avi- ación y Marina. Cada voto es de institución. Cada Instituto tiene una opinión, de manera que la Marina debiera tener la suya. A ver, veamos, ¿qué dice el General Gilardi?
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