Page 43 - Velasco y la independencia nacional
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La Suerte de la Revolución • Augusto Zimmermann Zavala
bres, cara a cara, como dos viejos camaradas que discuten frente a frente. Nos debemos a la Patria. Somos la Fuerza Ar- mada en el Gobierno y debemos resolver nuestros conflictos adentro, porque si afuera saben que nos estamos peleando, el Gobierno no dura diez días, fíjate viejo. Tómale el peso a las cosas. El Perú tiene problemas serios en este momento. Estamos enfrentando nada menos que a la IPC. La oligarquía está esperando que nos dividamos. ¿Vamos a darle gusto? ¿Vamos a hacerle daño al Perú? ¿Vamos a destruir la unidad de la Fuerza Armada?
− Viejo, perdóname, pero no te acepto la renuncia. Tú no puedes marcharte porque harías daño a la Revolución. Nuestras diferencias quedan aquí, resueltas y olvidadas. Tu deber es como el mío, olvidar este momento, cerrar filas y solidificar nuestra unión.
El General Montagne retiró su renuncia.
− Bueno, señores, el Gabinete está reunido y vamos para allá. Voy a informarles ¿Qué les digo?
− Dígales, mi General, que por unanimidad la Junta Rev- olucionaria lo ha ratificado como presidente de la República, respondió el General Gilardi.
−¿De acuerdo?
− De acuerdo.
− Treparon los cuatro, las escaleras de mármol después de cruzar el Salón Dorado y el patio que da a la puerta princi- pal, y se encontraron con el Gabinete reunido.
− El presidente tomó asiento. A su derecha, el General Montagne. A su izquierda, el General Gilardi. A la derecha del General Montagne, el Almirante Navarro. Alzó los ojos. Vio las caras de los ministros. Distingue a Valdivia, pálido y
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