Page 44 - Velasco y la independencia nacional
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VELASCO Y LA INDEPENDENCIA NACIONAL • La RevoLución continúa
nervioso. Más allá vio a Arrisueño y a Artola. Clavó la mi- rada en el General Maldonado que se inclinó en el respaldar del asiento, hacia atrás. Y entonces anunció:
− La Junta Revolucionaria acaba de sesionar y ha tomado el acuerdo unánime de que yo permanezca como Presidente de la república después de mi pase al retiro.
Se había decidido la suerte de la Revolución.
Eran las cinco de la tarde. Los papeles se amontonaban en mi escritorio de la Jefatura de Redacción de “El Comercio”. Los tituleros, cruzados de brazos, esperaban indicaciones. El teléfono, mudo. Un cigarrillo, otro Inca, un café. Las seis, las siete, las ocho. Todo se perdió. A las 8.30, un ring.
− Aló, Flaco, te espero a tomar un trago en mi casa.
Cuando llegué el General Velasco estaba feliz. Me abrazó sin decir nada. No era necesario. Estaba con él Leonidas Ro- dríguez, con muy pocas canas, atlético, ¡hola hermano! La velada fue de júbilo. Habría Revolución.
En la madrugada, sentados en una mesa del jardín, co- mentando los incidentes del día, me atreví a dar una opinión:
− Faltó algo, no hay que cantar victoria.
− Qué.
− El anuncio al país. Un Comunicado Oficial. La publi- cación del acuerdo es el sello final de la crisis.
− Tienes razón.
A mediodía del sábado las redacciones de los diarios reci- bieron de la ONI un urgente comunicado oficial. Se lo llevé a Aurelio Miró Quesada.
− Estará Ud. Contento, Augusto. Creo que es la mejor — 44 —