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nóstico. Braian iba a vivir y pruebas preliminares mostraban que su corazón es-
             taba bien de milagro. Pero solo el tiempo diría si su cerebro había sido dañado.

                 A lo largo de las interminables horas, mi mujer estaba tranquila. Ella sentía
             que Braian iba a estar bien. Me aferré a sus palabras y su fe como a una línea de
             vida. Toda esa noche y el día siguiente Braian estuvo inconsciente. Parecía que
             habían pasado años desde que salí la mañana anterior en mí viaje de negocios.
                 Increíblemente a las dos de la mañana, Braian recuperó la conciencia y se
             sentó diciendo las más hermosas palabras que he escuchado. Él dijo:

                 Papi, abrazame y me tendió sus pequeños bracitos. Una lágrima, me corrió
             y una sonrisa también.

                 Al día siguiente se le diagnosticó sin daño cerebral ni físico y el cuento de su
             supervivencia milagrosa recorrió todo el hospital. No pueden imaginar nuestra
             gratitud y felicidad.
                 Camino a casa, sentimos una reverencia única por la vida y por el amor que
             viene de aquellos quienes se acercan tanto a la muerte. En los siguientes días
             había un espíritu especial en nuestra casa. Nuestros dos hijos mayores estaban
             más cercanos a su hermanito. Mi esposa y yo estábamos más cercanos el uno al
             otro y todos estábamos más cerca como familia. La vida tomo un paso menos
             estresado para nosotros. Nuestra perspectiva se veía más enfocada y balanceada.
             Nos sentíamos bendecidos. Nuestra gratitud era verdaderamente profunda. Pero
             ahí no termina la historia.

                 Casi un mes después del accidente, Brian se despertó de su siesta y dijo:

                 Sentate mami, tengo algo muy serio que decirte.

                 A esta edad, Braian generalmente hablaba con pequeñas frases, así es que
             mi mujer se sorprendió de la oración tan larga que uso. Ella se sentó con en su
             cama y él empezó a narrar su historia maravillosa y sagrada.
                 ¿Te acordás cuando quede atrapado abajo de la puerta del garaje? Bueno,
             estaba muy pesada que me dolía mucho. Yo te llamaba y no podías oírme, me
             asusté y empecé a llorar, pero entonces me dolía más fue entonces cuando lle-
             garon los pajaritos.

                 ¿Los pajaritos? le pregunto confundida mi esposa.

                 Sí, le contesto él. Los pajaritos hacían un ruido especial y volaron hacia el
             garaje y me cuidaron.

                 ¿Te cuidaron?
                 Sí, dijo él. Uno de los pajaritos te fue a buscar a vos. Te fue a decir que yo
             estaba atrapado bajo el portón.
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