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Entonces llego la luz. Él dijo que la luz era muy brillante y cálida, y que él
amaba la luz brillante muchísimo. Había alguien en la luz que puso sus brazos
alrededor de Brian y le dijo:
Te amo, pero tenés que regresar, tenés que ir a jugar al fútbol y contarle a
todos lo de los pajaritos.
Entonces la persona en la luz le dio un beso y le dijo adiós con la mano. Se
escucho un sonido y entró en las nubes.
La historia continuó por una hora.
Él me ensenó que los pajaritos siempre están, pero no los vemos porque mi-
ramos con los ojos y no los escuchamos porque oímos con nuestros oídos. Pero
siempre están ahí. Solo se pueden ver aquí, decía poniendo su manito sobre el
corazón.
Braian continuó diciendo:
Yo tengo un plan mami, vos también tenés un plan, mi papi tiene un plan.
Todos tenemos un plan. Todos debemos vivir nuestro plan y mantener nuestras
promesas. Los pajaritos nos ayudan ha hacer esto porque nos quieren tanto.
En las siguientes semanas, con frecuencia repetía su historia en parte o com-
pleta una y otra vez. Siempre era la misma historia. Nunca cambió los detalles
ni los cambió de orden. A veces incluía más información y clarificaba el mensa-
je que ya nos había dado. Nunca dejo de impresionarnos como podía darnos
tanto detalle y como podía hablar más allá de su capacidad cuando hablaba de
los pajaritos. A donde quiera que iba, hablaba con extraños sobre los pajaritos.
Sorprendentemente, nadie lo llego a ver con extrañeza o desconfianza cuan-
do él lo hacía su relato, por el contrario… siempre ponían una cara dulce y son-
reían .
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