Page 134 - Mitos y otros relatos de la Antigua Grecia
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desde tres hasta nueve y de las que se decía que también tenían mucho placer al cantar. A veces se las llamaba doncellas de occidente o diosas del ocaso, por la ubicación geográfica en el distante oeste.
Ayudadas por el dragón Ladón cuidaban de un maravilloso jardín, el que según las interpretaciones diversas, podrían haber estado en las Islas Canarias, Cabo Verde o Madeira. Se las ubicaba cerca de la cordillera del Atlas (Marruecos), aunque recordemos que Hesperia es el nombre que los grie- gos daban a la península itálica y los romanos a la península ibérica.
[...] Este jardín, también conocido como huerto de Hera, tenía unos árbo- les que daban manzanas doradas, las que proporcionaban nada menos que la inmortalidad a quien las comiera. Este había sido un regalo de bodas de la diosa Gea madre tierra a Hera, por tomar a Zeus el padre de los dioses y señor del Olimpo por esposo.
Recordemos que Hera fue sistemáticamente la gran adversaria de Heracles a lo largo del ciclo de sus doce trabajos, (como también lo fue de todos los hijos naturales de Zeus) intentando una y otra vez obstruirlo y destruirlo, para que el héroe fracasase en sus tareas.
A diferencia de sus trabajos anteriores, Heracles no recibió de Euristeo ni información ni indicación útil, por lo que hubo que emprender una búsqueda por todo el mundo conocido para hallarlo.
Heracles decidió entonces pedir consejo a Nereo, “el anciano del mar”, pero este enigmático personaje demostró ser tan sabio como poco dispuesto a com- partir su conocimiento... y así continuando su incesante búsqueda, debió afrontar terribles momentos, luchando contra la serpiente Anteo, más adelante contra Busiris rey tirano de Egipto, hijo de Poseidón, que tras narcotizarlo quiso sacrificarlo, pero Heracles pudo despertarse, librarse de sus ataduras, matando al vil Busiris (que había intentado secuestrar a las bellas Hespérides) para poder proseguir su camino y encarar nada menos que la liberación del titán Prometeo, matando de un flechazo al ave que lo torturaba y liberándolo de su castigo eterno.
  Las Hespérides o “ninfas del ocaso”
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