Page 17 - Vida de San Agustín
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siempre obtenía el primer lugar. Pero tenía un defecto, no le
gustaba el griego. Para él, era un tormento el solo
pronunciarlo; no lo consideraba necesario. Sin embargo, le
apasionaba la literatura. Virgilio lo hacía vibrar. Soñaba en
secreto llegar a ser como aquellos hombres de gran valor en
la historia romana. Le fascinaban las tragedias y todo lo que
elevaba su corazón más allá de la realidad.
Mónica y Patricio, por un lado, admiraban su inteligencia y,
por otro, sufrían por sus insolencias. Era un niño tan inquieto,
que un día por pura maldad, con sus amigos entró a la finca
de un anciano; quien, para poder comer, cultivaba peras.
Agustín con sus amigos, sin tener en cuenta el sacrificio del
anciano, cogieron cuantas quisieron; no para comérselas,
porque no tenían necesidad de ellas, sino por pura maldad.
Les agradaba hacer el daño solo por diversión. Se burlaban
del viejo que no podía correr. La prótesis que tenía en sus
piernas a penas le servía para moverse de un lugar a otro.
También era experto en hacerle trampas a sus amigos
mientras jugaban; él buscaba la manera de ganar y, no le
costaba, porque en asuntos de mañas había aprendido
mucho de su papá. Se hizo experto mirando cómo en las
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