Page 221 - Desde los ojos de un fantasma
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EL RITMO de la infección de los Smileys era impresionante. El local que ayer
               era ocupado por una panadería hoy alojaba una tienda de discos. O más bien, de
               disco. Porque solamente un disco se podía encontrar allí: el que incluía el nuevo

               súper éxito de los creadores de los besitos de plástico. La juguetería era ahora
               una sucursal del Guapobank.

               Ya no podías comprar una flor, ni un libro, ni tomarte un café mientras platicabas

               con el camarero.

               Ahora todo era veloz y frío.


               Incluso en Alfama.


               El único local que permanecía en pie era el Conversario Alves y Esposa e Hijas,
               donde, atrincherados como en medio de una guerra, se encontraban Natasha,
               Ana, la pequeña Lucrecia (y su telefonito), Enrique, Haruki, Juan Pablo (y su
               valiente cazadora) y Ricardo (y su oscura palabra a punto de brotar).


               Lucrecia continuaba sus llamadas misteriosas muy quitada de la pena. Mientras
               tanto, los demás discutían lo que iban a hacer. El ambiente, hay que decirlo, era
               francamente pesimista.


               La única que parecía tomarse las cosas con calma era la pequeña Lucrecia.


               En ese momento sonó el teléfono del Conversario.


               Todos voltearon a mirar el aparato como si nunca hubieran oído el sonido de la
               campanilla. A decir verdad, era un poco extraño: del local solían salir llamadas.
               Muy pocas eran las que entraban.
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