Page 232 - Desde los ojos de un fantasma
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LAS LLAMADAS de los nunos continuaron por varios meses. No fue fácil
               limpiar el mundo del chapopote que dejaron por doquier las sonrisitas de plástico
               una vez que fueron derretidas.


               Poco a poco, el final de la larga fila fue llegando a Alfama.


               Los últimos nunos y languis que subieron por la rua das Escolas Gerais fueron
               recibidos como héroes.


               Desde las terrazas de los cafés se escuchaban gritos de agradecimiento a su paso.
               El Conversario lucía un arreglo de flores que Beatriz había preparado en su
               local, reabierto hacía poco. Ante la puerta de entrada estaban todos los vecinos.


               Natasha y Haruki (y Maya, su futura hija, aunque ellos aún no lo sabían).


               Y Gio, el dueño de La Escalera.


               Y León, el cerrajero.


               Y Luis, el pescadero.

               Y Quim Veloso, el frutero.


               Y María, la vendedora de diarios.


               Y Ricardo y su palabra sin pronunciar (ojalá nunca lo haga).


               Y los dos Manolos.


               Y hasta Catalina, la princesa de un reino fantástico que comenzaba en Alfama y
               terminaba en Sintra.


               También la familia Alves en pleno: un pastelillo de vainilla, una lámpara de pie,
               un espejo de mano que había sido heredado de generación en generación por una
               familia de mujeres misteriosas y una peluca afro con un telefonito de plástico.


               —Pasen, queridos hijos de Espectra, creadores de la saudade, alma de Portugal
               —saludó el señor Alves con su acostumbrada ceremonia de recibimiento.
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