Page 228 - Desde los ojos de un fantasma
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teléfono de las manos y lo lanzaba con todas sus fuerzas contra la pared.


               El pobre hombre se encaminó lentamente y cabizbajo hacia la salida, mientras el
               productor general continuaba con su perorata.


               —Decía que esto no se va a quedar así…


               Y en ese momento la campanilla de otro teléfono volvió a interrumpirlo.


               —¡Qué diablos está pasando! ¿Se quieren burlar de mí?


               Pero en esta ocasión, el ejecutivo al que iba dirigida la llamada no se tardó en
               contestar. Todos los presentes lo miraban con sorpresa, menos Míster Wilkins,
               que no podía ocultar su furia. Aquello, sin embargo, no parecía importarle al
               dueño del aparato: por la expresión de su rostro se podía adivinar que del otro
               lado de la línea brotaba una avalancha de buenas noticias.


               —¡Oye, Frank, tienes que escuchar esto! —le gritó al hombre que había sido
               despedido.


               —¡Largo de aquí, basura! —ladró el productor general y se acercó al valiente
               trabajador con la intención de arrebatarle, también a él, su aparato, pero antes de
               que Míster Wilkins pudiera lograr su grosería sonó otro teléfono, y luego otro y
               otro más. Al cabo de unos segundos, todos los ejecutivos presentes en la sala de
               juntas se encontraban escuchando la voz de algún nuno que del otro lado de la
               línea les contaba cómo había sido alguna vez el mundo.


               Eran tan bellas las descripciones que los ejecutivos no podían dejar de
               escucharlas mientras lanzaban suspiros nostálgicos. Parecían languis que
               necesitaran palabras para sobrevivir.


               La fuerza de la palabra.






               Míster Wilkins comprendió que tenía la batalla perdida. Tomó al perro y llenó un
               portafolios de documentos importantes. Después subió al helipuerto y pidió que
               lo condujeran de inmediato a Terra Smileys, su país privado.


               —No puedo atenderlo, ahora estoy en una llamada importante —respondió el
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