Page 76 - Cuentos del derecho… y del revés. Historias sobre los derechos de los niños
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SOBRE COPROLITOS Y OTRAS
CURIOSIDADES MENOS EMBARAZOSAS
Gabriela Aguileta
MARTINA Y FIDEL ERAN TAN DISTINTOS entre sí como una sopa de
betabel y un chilpachole —que son en verdad muy diferentes—, pero tenían una
pasión en común: eran cazadores de coprolitos. Y no, los coprolitos no son unos
bichos molestos que salen de las almohadas viejas en las casas deshabitadas. No,
tampoco son una marca de galletas de descuento en forma de animalitos, ni un
grupo de rock decadente o una nueva pasta dentífrica. Los coprolitos son,
señoras y señores, niñas y niños, fósiles de caca de animales que vivieron hace
millones de años. ¡Esto es totalmente cierto! ¿No lo crees? Basta con buscar en
cualquier enciclopedia para verificarlo. ¿Te parece extraño? Pero por qué sería
tan raro que existan caquitas fosilizadas. Después de todo, también hay dientes,
pelos, plumas, garras y hasta huellas de pisadas que quedan grabadas en las
rocas como prueba del paso de seres vivos, incluso humanos, que transitaron por
ahí sin sospechar que, millones de años después, alguien reconstruiría su vida a
partir de esa evidencia. Esos mismos seres del pasado lejano mucho menos
sospecharían que alguien se pudiera interesar, tanto tiempo después, en el
destino final de una de sus comidas. Porque en efecto, ¡con los coprolitos se
puede reconstruir una travesía... pero por el tracto digestivo! Lo cierto es que
uno no se vuelve cazador de coprolitos de la noche a la mañana. De hecho, uno
no se vuelve cazador de coprolitos, uno se transforma en ello como en la
metamorfosis, obligado por las circunstancias.