Page 84 - Cuentos del derecho… y del revés. Historias sobre los derechos de los niños
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Toda la gente se quedó boquiabierta y en silencio mientras veían avanzar a los

               investigadores hacia la zanja con gran determinación. Martina y Fidel corrieron
               para darle alcance al doctor y presentarse.

               —Un momento —gritó enfurecido el alcalde—, ¿a usted quién le dio permiso de

               excavar aquí?

               —¿Permiso? —preguntó el doctor Piedrita.


               El alcalde se hinchó de orgullo al explicarle que solo él podía autorizar tal
               empresa.


               —Aquí mismo tengo el permiso de excavación expedido por la Secretaría de
               Tesoros Históricos, Arqueológicos, Geológicos y Anexos. Cuando les expliqué
               la importancia del hallazgo de estos dos niños —dijo señalando a Martina y
               Fidel— no dudaron en darme la aprobación de inmediato. Y es más, esta zona
               será declarada como patrimonio de la nación y museo arqueológico, por lo que

               será también zona protegida y administrada por la federación. En otras palabras,
               en esta franja, usted ya no manda.

               El alcalde estaba mudo y rojo de coraje. No atinaba a hacer nada. El doctor

               Piedrita se le acercó y le susurró al oído:

               —Yo que usted nombraría ahora mismo una comisión de apoyo logístico y
               protección ciudadana para la excavación. Yo, por mi parte, quiero hacer un

               nombramiento.

               El doctor subió al balcón y les habló a los zipitochenses:


               —Por medio de esta condecoración —dijo sacando de su bolsillo un par de
               gafetes—, quiero distinguir a Martina y Fidel como cazadores oficiales de
               coprolitos y otras curiosidades menos embarazosas, por su descubrimiento

               histórico de gran valor para la ciencia y la humanidad.

               Zipitochi se deshizo en aplausos y hurras para los dos niños, que desde entonces
               no se quitan la condecoración ni para lavarse los dientes. En cuanto al alcalde de

               la ciudad, no le quedó más remedio que reconocer el nombramiento de Martina y
               Fidel y de declarar el derecho de los niños a expresar su opinión sobre asuntos
               que les conciernen a todos, y ser tomados en cuenta.
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