Page 29 - Biografía de un par de espectros: Una novela fantasma
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La explosiva nariz provenía directamente de Javier, quien, ya que estamos en el
asunto de las descripciones, estaba ligeramente pasado de peso y medía mil
seiscientos veinte milímetros de altura. Siempre que le preguntaban su estatura
respondía en milímetros para que el elevado número hiciera olvidar que rebasaba
apenas por doce centímetros el metro y medio. La boca grande de Daniel
provenía de Luisa, quien era alta, delgada y de pies enormes. No me preguntes
por qué, pero Javier se me figuraba una f minúscula, mientras que Luisa era
idéntica a una L.
Dejando atrás el aspecto físico, que dicho sea de paso no tiene la más mínima
importancia, a no ser para quien quisiera ilustrar esta biografía, diré que Daniel
fue desde un principio un bebé serio y tranquilo.
De día dormía todo lo que los bebés duermen, o sea, el noventa por ciento del
tiempo. Las noches, sin embargo, las pasaba sin cerrar los ojos, balbuceando en
la oscuridad de su cuarto. Cada cuatro horas su mamá se despertaba para
cambiarle el famoso pañal y para darle de comer, y cada cuatro horas era lo
mismo: Luisa encontraba a Daniel platicando con el techo o sonriendo
indistintamente hacia un lado u otro de la cuna.
Luisa, que a esas horas estaba más dormida que despierta, no hacía mucho caso
al insomnio de Daniel; era una madre primeriza y pensaba que era de lo más
normal que un recién nacido pasara las madrugadas conversando con la nada.
¿Sería hacia la nada a donde el pequeño dirigía sus inexistentes palabras?
Yo sé que no. Y lo sé porque Daniel platicaba precisamente conmigo. Y seré
todo lo que tú quieras, menos la nada.