Page 18 - El secreto de la nana Jacinta
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Durante el desayuno Bernardo no escuchó nada de lo que sus padres
               comentaron, prefirió contemplar las jaulas de pájaros que colgaban del techo del
               corredor. Tampoco probó bocado. Terminados los alimentos, la marquesa se

               levantó para dirigirse a la capilla a rezar. El marqués anunció que estaría leyendo
               en la biblioteca. Bernardo no se movió de su silla, pero ninguno de sus padres le
               prestó atención. Entonces Jacinta se acercó al niño y se sentó junto a él.


               —A ve, mi negrito santo… Usté me está despreciando el chocolate y los
               polvorones. Vamos, mi niño, tiene que comer —dijo la nana.

               Bernardo no respondió. Los pájaros cantaban en su jaula y él los miraba brincar

               nerviosamente de una reja a la otra. Después de un largo y silencioso momento,
               Jacinta hizo sonar su voz:

               —Ya sé qué vamos a hacer. Tú me prometes quitar esa carita triste y yo a cambio

               te regalo tres historias y un secreto… ¿Cómo ve, nenito, hacemos el trato?
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