Page 68 - En estado de GOL
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AHORA que lo pienso, no te dije que te extraño, pero todo eso que siento por no
verte, aunque sea de lejos, todos los días, es porque te extraño.
Me hace falta saber que estás cerca y que puedo verte en cualquier momento o
hablarte una tarde. Y no haber podido explicarte que me mudaba a la Ciudad de
México me hace pensar que no voy a volver a verte.
Tienes que creerme: no fue culpa mía, no lo hice a propósito. Ya sé que estoy
obsesionado con eso, pero no puedo quitármelo de la mente.
¿Sabes cómo te vi la primera vez? Caminabas a la farmacia con tu mamá. Iban
de la mano. Mi papá dijo:
—Mira, Beto, qué señora tan distinguida.
Y yo contesté:
—¡Y qué bonita es su hija! ¿No?
—Entremos a la farmacia para que la saludes —me empujó.
—¿Cómo la voy a saludar si no la conozco? —me detuve.
—Le dices “Hola, cómo estás”, y se acabó.
—¿Cómo crees? —me asusté porque creí que mi papá me iba a obligar a
saludarte, luego se le mete cada idea en la cabeza…
No me atreví, y por supuesto no entramos a la farmacia.
En la casa, mi papá le platicó a mi mamá:
—Cuando fuimos por el periódico, Ziné vio a una chica muy guapa, ¿verdad,
Ziné? —y guiñó un ojo.
No me hizo gracia. ¿Por qué le tiene que contar todo a mi mamá? Algunas cosas
son nada más entre los dos, ¿no te parece? Entonces me desquité:
—Mejor cuéntale que yo no me hubiera fijado en la chava si tú no descubres a su
mamá. Dile qué dijiste, anda.