Page 83 - En estado de GOL
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dentro de la ropa, en una funda que va en mi cinturón, y no ando jugando con él

               a la vista de todos, ni lo saco en la escuela. A veces hablo con Mario, pero las
               largas distancias son caras y soy yo quien compra las tarjetas, así que cuido mis
               llamadas, ni modo.


               Creo que te he dicho que mi papá también sabe regañar, no creas que es un padre
               perfecto. Cuando me rompí el dedo gordo del pie por patear la pared, me puso
               como camote (así decimos aquí) y no me quedaron ganas de volver a hacer un
               berrinche tan tonto porque después de todo el perjudicado fui yo.


               También es cierto que ya no soy un niño para decirles todo a mis papás, para
               quejarme con ellos como si fuera un bebé. El primer día que me tocó ir a la
               escuela en camión me asusté un poco, pero me aguanté. Tenía miedo de que se
               me pasara la parada, pero llegué bien.


               Cada vez que me acuerdo de lo que me pasó en la nueva escuela, me palpita el
               corazón, y si no le hubiera contado a mi papá, estoy seguro de que habría corrido
               peligro. ¡No sabes qué susto!


               Me acuerdo de Zizou, de que creció en el barrio de La Castellane, en Marsella,
               que no sólo era pobre, sino peligroso, complicado.


               Él siempre decía que haber crecido en un lugar así lo hizo aprender muchas
               cosas rápidamente, y que cuando un entorno no es fácil necesitas cuidarte mejor,
               buscar una salida; empiezas a sentir deseos de superarte y de trabajar mucho
               para conseguir el éxito. Así que de verdad intento ver este cambio de ciudad
               como algo positivo, pero me está costando mucho trabajo.


               Zidane no tuvo miedo, se arriesgó y jugaba como nadie. Por eso yo me arriesgué
               y le dije a mi papá lo que pasaba en la escuela.


               Si hubiera una oficina de reclamaciones familiares, yo ya habría acudido con mi
               caso. ¿No sería mejor que nos hubiéramos quedado en Morelia, donde viven mis
               abuelos y mis tíos, donde la vida es fácil y uno puede caminar de aquí para allá
               sin ninguna inquietud, donde la escuela es un sitio tranquilo? Es como cuando el
               árbitro hace bien su trabajo y todo el partido es limpio.
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