Page 86 - Ciudad Equis 1985
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Esta es la historia de un hombre que, como todos, tenía un par de vocaciones,
               una visible y una invisible. A los ojos de sus amigos era vendedor de
               aspiradoras, mientras que en su lado oculto abrigaba el deseo de ser testigo de la

               caída de la lluvia.

               Soñaba con empaparse de pies a cabeza, tiritar de frío, tener que correr a
               descolgar la ropa del tendedero y después estrenar su fina sombrilla escocesa con

               un paseo por las calles. Y si fantaseaba con todas estas acciones (la mayoría de
               ellas francamente incómodas) era porque nunca en su vida había visto llover.

               Y no es que viviera en el centro mismo del desierto del Sahara (allí nadie podría

               comprarle una aspiradora); simplemente se trataba de un problema de sincronía:
               si entraba al cine, inmediatamente se desataba una tormenta que moría minutos
               antes de que terminara la función. Al salir, nuestro amigo encontraba las calles
               encharcadas desprendiendo el delicioso aroma de la tierra mojada. Pero la lluvia
               ya no caía, era tan solo un recuerdo.
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