Page 88 - Ciudad Equis 1985
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Viajaba por todo el país ofreciendo sus potentes máquinas limpiadoras, aunque
en el fondo lo que en realidad le interesaba era toparse con la lluvia; pero
invariablemente, en cada población a la que llegaba, era recibido por el mismo
comentario: «La temporada de lluvias terminó ayer, habrá que esperar seis meses
para ver una tormenta».
Lo más cerca que había estado de empaparse bajo un chaparrón había sido una
vez en el estadio. Miraba el partido desde un asiento que quedaba detrás de la
portería sur, cuando un fuerte aguacero se desató en el medio campo
correspondiente a la portería norte. Como si se tratara de una brujería, del medio
campo para allá llovía a cántaros, mientras que del medio campo para acá todos
los espectadores celebraban no estarse mojando. Todos menos nuestro amigo, el
buscador de tormentas.
Un día especialmente soleado y sin nubes en el cielo, el vendedor de aspiradoras
entró al bar y le confesó su pena al cantinero.
—¿Por qué no te tomas unas vacaciones en Cherrapunji? —le propuso el hombre
mientras le servía una cerveza.
—Creo que no me has entendido: no busco descansar, lo que quiero es ver llover.
—Por eso te lo digo: Cherrapunji es la ciudad más lluviosa del mundo.
—¿Y dónde queda?
—En el norte de la India. Llueve 345 días al año —explicó el hombre, dejando
clara la razón por la cual los cantineros son considerados unos verdaderos
sabios.
Cada uno volvió a sus cosas: el dueño del bar a limpiar sus copas, y el vendedor
de aspiradoras a sus reflexiones.
—La India está muy lejos y no sé si me alcance —comentó después de un rato el
agobiado buscador de tormentas, quien momentos antes se había mostrado muy
entusiasmado con la posible visita a Cherrapunji, pero que ahora mostraba un
profundo desánimo porque era claro que las cuentas no le cuadraban—.
Últimamente el negocio no va muy bien.