Page 40 - Diario de guerra del coronel Mejía
P. 40
tuvieron que hacer una fila de una hora para conseguir entrada en el cine
Parisiana. Eran tiempos en que las películas de dibujos animados se estrenaban
con muy poca frecuencia, y podían pasar años entre una y otra. Por eso al
Coronel le gustó bastante el filme; tanto, que hasta juntó sus domingos para verla
otras dos veces. El problema vino después, cuando uno de sus compañeros de la
escuela tuvo una ocurrencia muy desafortunada.
No todos podemos ser iguales; eso lo sabe todo el mundo. Hay quien es más
gordo que otro y hay quien es más flaco; hay quien es más moreno y también
quien es más güero. Lo mismo puede haber quien tenga la boca, o los ojos, o las
orejas más grandes que los demás. Pues éste era el caso del Coronel; tenía las
orejas más grandes que los otros niños, y por eso, una tarde como cualquier otra,
a uno de sus compañeros se le ocurrió que dichas orejas se merecían una
distinción, un apelativo.
El Coronel nunca había sido el más popular en la escuela, ni en el patio de su
vecindad. Tampoco tenía primos cercanos y era hijo único. Apenas jugaba con
unos pocos niños. Pero a partir de que empezaron a llamarlo “Dumbo”, se volvió
aun más retraído, más solitario de lo que ya era. Siempre se le veía jugar solo,
corretear solo, patear la pelota solo, apuntar su rifle solo.
Hasta el día en que aparecí yo.
Sun Tzu ha dicho: “El que tiene pocos efectivos debe prepararse contra el
enemigo; el que dispone de efectivos abundantes obliga al enemigo a prepararse
él”.