Page 21 - El hotel
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Los canadienses, que no se enteraban de nada, sonreían todo el rato. A veces
               Juanita les explicaba, agitando el papel en la mano:


               –Carta de Faustino. Fa-us-ti-no.


               Ellos asentían muy contentos:


               –Tarta de langostino, sí, sí. Lan-gos-ti-no.


               Y se quedaban tan anchos.


               Los domingos, el abuelo sacaba la botella de vino, y al tío Manolo y a Currito el
               forense les salían coloretes. Entonces se ponían a discutir sobre música y, al
               final, acababan retándose a voz en grito.


               Entonaba el tío Manolo:





               Que no hay tres sino hay dos,


               que no hay dos sino hay una,


               es la jotina asturiana


               lo más hermoso de la tierrina.


               A mí me gusta lo blanco,


               viva lo blanco, muera lo negro


               que lo negro es cosa triste,


               yo soy alegre, yo no lo quiero.





               Y seguía Currito por alegrías:
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