Page 160 - La vida secreta de Rebecca Paradise
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Sopas y mentiras






               «Colegio Saint Patrick. Educación infantil bilingüe y de calidad». A este título

               tan rimbombante le seguía una larga descripción del centro y muchas fotografías
               que mostraban unas lujosas instalaciones y a un montón de niños de uniforme
               disfrutando de ellas: «Piscina climatizada». «Piscina al aire libre». «Pistas de
               atletismo». «Club de ajedrez». «Laboratorio de química». «Aula de
               ordenadores». «Pinchar aquí para consultar precios y condiciones». El importe
               de la matrícula era de aúpa.


               Maravillada, lo primero que me pregunté fue cuántos millones de rincones para
               esconderse habría en el Saint Patrick. Y lo segundo, por qué Sofía habría
               abandonado un colegio que parecía ser el mismísimo paraíso. Tal vez las faldas
               escocesas habían pasado de moda. En cualquier caso, aquel era el único colegio
               privado que aparecía en la lista de centros en los que había trabajado George.
               Tenía que ser el que buscaba.


               Aquella tarde papá había vuelto a salir, lo cual me había dado una oportunidad
               estupenda para seguir investigando en su ordenador. Ahora ya conocía la
               dirección del Saint Patrick, sabía que George había trabajado allí durante dos
               años y hasta pude localizar el nombre de Sofía Jenkins en la lista de alumnos
               apuntados a clase de natación. Las fechas cuadraban. Como espía aficionada,
               estaba descubriendo que en internet uno puede averiguarlo casi todo sobre

               cualquier cosa o cualquier persona. Me pareció emocionante y un poco aterrador,
               y me alegré de no haber incluido en mi glob una foto mía, o mi dirección, o la
               combinación secreta de mi caja fuerte llena de tierra fresca. No pensaba
               ponérselo fácil a los ladrones de lombrices.


               Tan ocupada estaba con mi investigación que solo cuando papá volvió de otro de
               sus misteriosos cafés me acordé de que al día siguiente tendría mi primera
               reunión con la redacción de un periódico dirigido por mi peor enemiga. Miedo.
               Miedo y más miedo.


               Por si no lo sabes, a los periódicos escolares les pasa un poco lo que a los
               psicólogos: no son como los que salen en las películas. Nada de ordenadores,
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