Page 164 - La vida secreta de Rebecca Paradise
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Lavender continuó leyendo y mi nombre seguía sin aparecer por ninguna parte.

               Artículos de opinión, poesías, recetas de cocina... ¿Y si la venganza de Sofía
               consistía precisamente en eso, en dejar para mí la tarea más tonta y aburrida del
               periódico? ¿Y si me ponían a grapar ejemplares? ¿O a corregir las faltas de
               ortografía de los demás? Peor aún... ¿Y si me encargaban hacer una enorme y
               aburrida sopa de letras?


               –Úrsula Jenkins –sonó al fin.


               –Yo –dije.

               Aquí Lavender miró a Sofía y luego a Thomas un momento, como
               interrogándolos con los ojos. Sofía sonrió y asintió suavemente con la cabeza.


               –A ti te toca escribir las cartas de los lectores –fue la brevísima explicación de
               Lavender–. ¿Ruth Gallagher? Tú tienes que...


               –Perdona –interrumpí, incluso aunque me había prometido a mí misma no abrir
               la boca–. No entiendo eso de las cartas de los lectores.


               –Bueno, en todos los números que sacamos animamos a nuestros lectores a que
               nos escriban con sugerencias u opiniones sobre el periódico. Eso son las cartas
               de los lectores, ¿de acuerdo? A ver... Ruth Gallagher.


               Ruth, una grandullona con gafas que estaba a mi izquierda, levantó la mano con
               impaciencia, pero yo aún no acababa de comprender qué debía hacer.


               –Perdona, pero... si esas cartas las escriben los lectores... ¿yo qué hago?


               Sofía se levantó tranquilamente y se dirigió a mí.


               –La verdad, Úrsula, es que los lectores aún no se han animado a escribirnos, así
               que hemos decidido que alguien del periódico se ocupe de esas cartas. Es muy
               fácil. Por ejemplo: «Hola, me llamo Pat y me encanta vuestro periódico. Lo que
               más me gusta son los reportajes de investigación, aunque creo que deberíais
               incluir una viñeta de humor para el próximo número. Un cordial saludo de
               vuestra lectora más...».


               –Pero... pero... –parpadeé como George solía hacerlo–. Eso sería mentir, ¿no?
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