Page 202 - La vida secreta de Rebecca Paradise
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en los cristales.
La única que parecía relajada era Sofía, que se paseaba de un grupo a otro y
comentaba a sus dos mascotas, Thomas y Lavender: «¿Veis? ¡Así trabaja un
periódico!».
Yo elegí una mesa apartada y me senté con mi cuaderno y un lapicero para
emprender mi desagradable tarea-castigo: inventarme cartas de los simpáticos e
inexistentes lectores.
«Buenas tardes –comencé a escribir–. Me llamo Sarah. Jamás me pierdo vuestro
periódico y creo que es incluso mejor que los que se venden en los quioscos.
Opino que deberíais eliminar algunas noticias aburridas e incluir una selección
de trucos de belleza. Todo lo demás me encanta. Un besote muy fuerte de
Sarah». ¿Trucos de belleza? ¿Un besote? ¿Pero qué estupidez estaba
escribiendo? Realmente, aquellas mentiras no me inspiraban nada.
«Buenas tardes...», comencé otra vez.
En aquel momento, Sofía, Thomas y Lavender dejaron de pasear y formaron un
corrillo no demasiado lejos de mí, a mi espalda. Creo que ni siquiera me habían
visto entrar, por eso no les preocupó seguir hablando a gritos. Quiero decir que si
escuché su conversación no fue porque los estuviese espiando. Bueno, al menos
no mucho.
–¿Y nosotros qué, Sofí? –preguntó Thomas–. ¿Vamos a estar solo de directores?
–Claro que no. Pero no quise decir nada en la primera reunión, porque nuestro
proyecto de este número es supersecreto. ¡Y no me llames Sofi!
–Espera, espera –dijo Lavender–. ¿No será otro reportaje de investigación?
–Eso es, exactamente.
–Mira, repito la pregunta: ¿no será otro reportaje de investigación contra una
persona del colegio? Porque yo no quiero meterme en líos.
–Mmm-mmm –canturreó Sofía misteriosamente.
–No, en serio, yo no quiero que me lleven al psicólogo.