Page 255 - La vida secreta de Rebecca Paradise
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Un libro de tapas naranjas






               Nunca, jamás en la vida, ni en un millón de años, podré olvidar el gran aplauso

               que aquel lunes recibió Rebecca Paradise al llegar a clase... cinco minutos tarde.

               Y cuando digo Rebecca Paradise quiero decir, por supuesto, Sofía Jenkins.


               –Lo siento –se disculpó Sofía ante una Leanne estupefacta, aunque la profesora
               ni siquiera pudo escucharla. Treinta niños vitoreando y gritando hurras al mismo
               tiempo arman bastante escándalo. Creo que hasta yo aplaudí un poquito, sin
               saber por qué.


               Aquello solo fue el pistoletazo de salida a un auténtico día de locura. Si la
               semana anterior el mundo daba vueltas, ahora se había puesto a dar palmas. Y
               todas sonaban por la nueva heroína del colegio: la señorita Sofía Rebecca

               Paradise-Jenkins.

               Y es que Sofía, que ya era popular, se convirtió en un solo día en popular al
               cuadrado. ¡No exagero! Muchos niños de mi curso llegaron a pedirle que les

               firmara sus cuadernos y carpetas. Otros se acercaban a su pupitre con cualquier
               excusa y le dejaban, bien doblados, mensajitos de «enhorabuena por tu historia»
               y «sabía que eras tú». Unos pocos, los más pequeños o ingenuos, la paraban por
               los pasillos y le pedían detalles acerca de los peligros de la Organización y de los
               malvados agentes infiltrados en el colegio.


               Pero incluso los que sabían que la historia de Rebecca Paradise era solo eso –una
               historia– se sentían a veces llevados por la diversión de intentar defender y
               proteger a Sofía de aquella absurda Organización que yo había inventado.


               Recuerdo que, justo antes del recreo, Leanne le pidió a Sofía que saliera a la
               pizarra a resolver un complicado ejercicio de matemáticas. Ella hizo lo que
               pudo, pero se perdió en mitad de una horrible raíz cuadrada de la que no fue
               capaz de escapar.


               –Vaya, vaya, Sofía –sonrió Leanne, mitad amistosa y mitad maliciosa–. A estas
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