Page 279 - La vida secreta de Rebecca Paradise
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Regalos
Para cuando los profesores se aseguraron de que todos estábamos a salvo y
terminamos de asearnos por turnos en los lavabos, el Gran Colegio Paradise ya
había quedado desierto.
Los colegios desiertos huelen de un modo especial el día de antes de Navidades.
A boletines de notas frescos, a pedacitos de turrón del comedor, a frío que se
cuela por las esquinas y a pasos silenciosos en los pasillos.
Álex y yo aún nos retrasamos un poco más. Caminábamos lentamente
comentando lo sucedido en el último momento y que tal vez cambiaría el rumbo
de la historia. Él lo comparaba con la teoría del caos aplicada a sistemas binarios
de información, como ocurre con un ordenador que se descontrola. Pero eso son
cosas suyas.
Al salir al porche, nos encontramos a una persona sentada en una esquina. Sofía.
Aún llevaba sus zapatillas en la mano y tenía los ojos húmedos.
–¡Eh, Sofi! –le dijo Álex–. ¿No vienes? ¡Somos libres!
Le extendimos las manos para que pudiera levantarse y juntos caminamos sin
prisa hacia la salida. A Sofía se le seguían escapando algunas lágrimas.
–No tienes que preocuparte –la calmé–. Cuando volvamos a clase, lo habrán
olvidado casi todos.
–Ya, Ur, pero... –¿cuántos eran ya los que me llamaban Ur sin mi permiso?
–Pero nada –la interrumpí–. Ya encontraremos un modo de arreglarlo.
–¿Cómo?
–Yo qué sé. Digamos que el blog lo escribíamos entre las dos. O, mejor aún,
digamos que es tuyo, que yo te presté mi foto del pie porque tú eres alérgica al