Page 89 - OPOSOCIAL - Estrategia_Prev_y_Lucha_Pobreza_2019-23
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independientemente del nivel de renta o lugar de residencia de sus familias.
Combatir el “olvido vacacional” a través de programas de ocio educativo inclusivo con dieta equilibrada durante los periodos no lectivos.
Potenciar la implantación de comedores escolares (desayunos, almuerzos y/o meriendas) accesibles para todas los niños, niñas y adolescentes, independientemente de la disponibilidad de recursos económicos de sus familias, para garantizar una dieta equilibrada y saludable.
Promover la atención integral a los menores extranjeros no acompañados (MENAs).
Fomentar la atención integral a jóvenes extutelados.
Las rápidas transformaciones económicas y demográficas de los últimos lustros (estilos de vida, creencias y prácticas), particularmente entre las cohortes más jóvenes, han modificado los rasgos distintivos del modelo familiar mediterráneo, particularmente en España. Modelos de hogares que hasta hace tan solo unos años eran atípicos, o que prácticamente no existían (madres solteras, matrimonios del mismo sexo, parejas de hecho), se han vuelto cada vez más comunes, las tasas de nupcialidad han descendido de modo abrupto y el divorcio se ha normalizado. En estrecha relación con estas tendencias, las tasas de nacimiento fuera del matrimonio tienden a converger con las de países del centro y del norte de Europa. Algunos tipos de familias con niños, como por ejemplo los hogares monoparentales, están especialmente expuestos a la pobreza infantil, por lo que la tendencia hacia la transformación de las estructuras familiares puede contribuir al incremento de la vulnerabilidad en determinados grupos sociales.
La erosión del “modelo de varón sustentador”, por el incremento de las tasas de empleo femenino, ha normalizado también el modelo de familia con doble fuente de ingresos, hasta el punto de que esta circunstancia se ha convertido en un requisito sine qua non para la adquisición de la residencia habitual, e incluso para prevenir la pobreza en las primeras etapas del ciclo familiar.
Los hogares constituidos por dos miembros empleados a tiempo completo experimentan severas dificultades para equilibrar el trabajo y las responsabilidades de cuidado. Las familias tienden, por tanto, a externalizar cada vez más el cuidado de los menores (o de otros miembros dependientes del hogar), poniéndolo en manos de servicios formales. Existe, sin embargo, una brecha significativa en las tasas de matriculación en centros preescolares de niños y niñas de familias de ingresos altos y medianos (que están aprovechando mejor el compromiso de las administraciones públicas con este tipo de políticas) y las familias de bajos ingresos, incluso después de controlar por otros factores como la participación de la madre en el mercado de trabajo. Las familias de bajos ingresos parecen reacias a utilizar este tipo de servicios, ya sea por razones normativas y de expectativas (la creencia de que, en estas edades, la persona que debe encargarse del menor es la madre), o debido a barreras financieras e institucionales (como las altas tasas y copagos) que impiden que estas familias tengan acceso pleno. En este contexto, la provisión de servicios públicos y el apoyo a las familias en situación vulnerable en el ámbito del cuidado de sus hijas e hijos resultan centrales para facilitar la conciliación familiar también entre estos grupos, con el objetivo de incrementar la posibilidad
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