Page 391 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
P. 391

388                 REORGANIZACION  DEL  EJERCITO

           El  camino  más  indicado  para  ello  era  incorporar  a  los  asiáticos  a  las  filas
       de  las  tropas  macedonias,  con  iguales  armas  y  con  los  mismos  honores  militares;
       hacía  ya  cinco  años  que  Alejandro  había  adoptado  las  providencias  necesarias
       para ello, al reclutar jóvenes capaces de empuñar las armas en todas las satrapías del
       imperio  y hacer  que  fuesen  armados  y adiestrados  con., arreglo  a  los  métodos  ma­
       cedonios.  El  medio  más  rápido  y  más  seguro  para la  helenización  de  los  pueblos
       del  oriente  era  también  el  de  habituar  a  la  juventud  al  armamento,  al  servicio
       militar y  a  la  táctica  de  los  helenos,  el  de  incorporarla  al  ejército  del  imperio  e
       inculcarle directamente aquel espíritu militar que, por el momento, hacía las  veces
       de  una  nacionalidad  unida  y  nueva  dentro  de  la  órbita  del  inmenso  imperio
       cimentado  sobre  las  armas.
            Eran  muchas  las  razones  que  aconsejaban  el  llamar  precisamente  ahora  a
        la  juventud  asiática  a  las  filas  del  ejército.  La  cifra  total  de  los  macedonios  que
        servían en activo  había  quedado  reducida  por  las  campañas  indias  y  la  desastrosa
        marcha  a  través  de  Gedrosia  a  unos  25,000  hombres,  de  los  cuales  casi  la  mitad
        llevaban  bajo  las  armas  desde  el  año  334.  Era  evidente  que  estos  veteranos,  des­
        pués  de  tantas  fatigas  y  penalidades,  sobre  todo  después  de  todo  lo  que  habían
        sufrido  y  peleado  en  la  India  y  de  lo  que  habían  vivido  en  el  desierto  de  la
        muerte,  se  sentirían  embotados  para lanzarse  a  nuevas  empresas  y  debían  ser  en­
        viados  a  descansar  y  a  disfrutar,  por  fin,  de  lo  que  habían  ganado.  Alejandro
        no  podía  desconocer  que  la  realización  de  los  grandes  planes  que  ocupaban  su
        espíritu  infatigable  requerían  el  entusiasmo,  el  celo  de  emulación,  las  energías
        físicas  y  morales  de  tropas  jóvenes  y  que  el  orgullo,  el  amor  propio  y  la  obstina­
        ción  de  aquellos  veteranos  macedonios  podían  fácilmente  convertirse  para  él  en
        una  traba,  tanto  más  cuanto  que  se  hallaban  en  una  relación  de  intimidad  y
        camaradería  con  su  rey y  habituados  a  una  libertad  de  juicios  y  de  actos  que  no
        parecía encajar  ya  muy bien  dentro  de  las  nuevas  circunstancias.  Alejandro  tenía
        sus  razones  para  temer  que  aquellos  soldados  intentaran  repetir  con  cualquier
        motivo las  escenas del Hifasis,  pues  pensaban,  seguramente,  que  no  había  sido  el
        infortunio  general,  sino  su  voluntad  decidida  lo  que  había  obligado  a  Alejandro
        a  ceder.  Parece  que  desde  aquel  día  se  hizo  perceptible  un  cierto  enfriamento
        entre el rey y los macedonios que servían en el  ejército,  y ciertos  hechos  ocurridos
        posteriormente habían contribuido a acentuarlo;  la  misma  reacción que el  ejército
        había  tenido  ante  su  ofrecimiento  generoso  de  cancelar las  deudas  habíale  hecho
        sentir,  indudablemente,  lo  hondo  que  había  calado  en  su  seno  la  desconfianza
        hacia  él.  Confiaba,  probablemente,  en  que  la  liberalidad  ilimitada  con  que  había
        repartido dádivas y honores entre los macedonios y las  fiestas de las bodas,  con las
        que se beneficiaran también miles de veteranos, habrían contribuido a reconquistar­
        le la simpatía sin reservas del viejo ejército; pero, si ese era su propósito, no lo había
        logrado.  Iba  acercándose  una  peligrosa  crisis,  cuyo  proceso  no  hacía  más  que
        acelerarse  ante  cada  uno  de  los  nuevos  pasos  que  se  daban  hacia  la  helenización
        del imperio. Todo ello hacía que debiera darse prisa en rodearse  de  un nuevo ejér-
   386   387   388   389   390   391   392   393   394   395   396