Page 395 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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392                    MOTIN  MILITAR  EN  OPIS

      al  rey  Filipo.  Cuando  él  subió  al  trono,  vivíais  en  la  pobreza  y  sin  domicilio
      fijo,  errantes  por  las  montañas  con  vuestros  míseros  rebaños,  expuestos  siempre
      a las  agresiones  de los  tracios,  de los  ilirios,  de  los  tribalios,  y  fué  él  quien  os  dió
      tierras,  quien  os  vistió  con  el  traje  de  guerreros  y  en  vez  de  la  piel  de  pastores
      con  que  antes  os  cubríais,  quien  os  hizo  dueños  y  señores  de  los  bárbaros  que
      circundaban vuestro país,  quien abrió a  vuestra  laboriosidad  las  minas  del  Pangeo
      y a vuestro  comercio  los  mares,  quien  sometió  a  vuestro  poder  la  Tesalia,  Tebas,
      Atenas  y  el  Peloponeso,  quien  os  dió  una  hegemonía  ilimitada  sobre  toda  la
      Hélade para la guerra  contra los  persas;  esto  es lo  que  hizo  Filipo,  obra  que  sien­
      do  grande  de  por  sí  resulta  pequeña  sí  se  la  compara  con  todo  lo  que  ha  sido
      realizado después.  Al heredar el reino de mi padre,  encontré en las arcas  poco  oro
      y  plata,  no  más  de  sesenta  talentos  y,  a  cambio  de  ello,  quinientos  talentos  de
      deudas; a ellos hube de sumar yo  nuevas  deudas por valor de  ochocientos talentos,
      para  poder comenzar la  campaña.  A  pesar  de  que  los  persas  dominaban  el  mar,
      os  abrí  el  Helesponto  y  vencí  a  los  sátrapas  del  gran  rey  en  el  Gránico;  sometí
      a  vuestra  dominación  las  ricas  satrapías  del  Asia  Menor  y  os  hice  gozar  de  los
      frutos de la victoria.  ¿A quién sino a vosotros beneficiaron las riquezas del Egipto
      y la Cirenaica,  de quién sino de vosotros  fueron y siguen siendo  Siria y Babilonia,
      la  Bactriana, los  tesoros de la  Persia,  las  joyas  de la  India  y el  mar mundial?  De
      entre  vosotros  han  salido  los  sátrapas,  los  jefes  militares,  los  estrategas.  ¿Qué  he
      sacado  yo  de  todos  los  combates,  fuera  de  la  púrpura  y  la  diadema?  Nada
      he  adquirido  para  mí  y  no  habrá  nadie  que  pueda  señalar  a  mis  tesoros,  si  no
      apunta  a  lo  que  vosotros  mismos  poseéis  y  a  lo  que  se  custodia  para  vosotros.
      ¿Y para qué quiero tesoros, si como lo mismo  que vosotros  coméis y  duermo  igual
      que  vosotros?  Pero  no  es  verdad,  pues  hay  entre  vosotros  muchos  que  viven
      mejor  que  yo,  que  tengo  que  velar  no  pocas  noches  para  que  vosotros  podáis
      dormir  en  paz.  ¿O  acaso  habéis  visto  que  yo  me  estuviese  tranquilo  y  cómodo
      mientras  vosotros  arrostrábais  fatigas  y  peligros?  ¿Quién  puede  hablar  aquí  y
      decir que ha sufrido más por mí que yo por él?  Es  cierto  que muchos  de vosotros
      estáis  cubiertos  de  cicatrices;  pues  bien,  mostradlas  y  yo  mostraré  las  mías;  no
      hay  en  mi  cuerpo  un  solo  miembro  que  no  haya  sido  herido,  no  existe  ninguna
      clase  de  arma  o  proyectil  que  no  haya  dejado  su  cicatriz  en  mis  carnes;  he  sido
      herido por la espada y el  puñal,  por la  flecha  lanzada  por el  arco y  disparada  por
      la catapulta, por la piedra  y por la  maza,  y  todo  peleando  por  vosotros,  por  vues­
      tra  gloria  y  vuestras  riquezas,  por  conduciros  victoriosos  a  través  de  tierras  y  de
      mares,  de  montañas,  ríos  y  desiertos.  He  contraído  nupcias  en  unión  de  muchos
      de vosotros, y los hijos de quienes se han casado a la vez que yo serán parientes de
      mis hijos; he cancelado las deudas de cuantos las teníais,  sin entrar a indagar cómo
      era posible eso, percibiendo tan buena soldada y habiendo conquistado tan rico bo­
      tín; la  mayoría  de vosotros  habéis  recibido  coronas  de  oro,  testimonio  perdurable
      de vuestra valentía y de  mi estimación.  Quien  cayó  peleando encontró  una  muer­
      te gloriosa y tuvo  unas honras  fúnebres  dignas  de  él;  a  muchos  se les  han  erigido
      estatuas  de  bronce  en  su  patria,  y  sus  padres  disfrutan  de  grandes  honores  y  se
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