Page 400 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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DISGREGACION  DE  PARTIDOS  EN  ATENAS            397

     madre y Antipáter habían  llegado  a  su  punto  culminante;  es  posible  que  la  prin­
     cipal  y  quizá  la  única  culpable  de  ello  fuese  la  reina,  con  su  carácter  dominador
     y  apasionado;  no  olvidemos  que,  al  caer  en  Italia  su  hermano  Alejandro,  había
     empuñado  las  riendas  del  gobierno  del  Epiro,  como  si  fuese  la  dueña  y  señora
     del  país;  la  joven  viuda  del  rey  epirota,  Cleopatra,  hija  de  Olimpia,  se  volvió  a
     Macedonia  con  su  hijo  de  cinco  años,  legítimo  heredero  del  trono,  tal  vez  para
     no  exponerse  a  peligros  personales  muy  serios.  Alejandro  había  sentido  siempre
     el  mayor respeto  por su  madre y jamás  había  dejado  de  cumplir  con  sus  deberes
     de hijo,  pero  con la  misma  energía  habíase  opuesto  siempre  también  a  sus  inge­
      rencias en los  negocios públicos;  a  pesar de lo cual,  ella  no  se  cansaba  de  intrigar,
      de  enviar a  su  hijo,  por carta,  reproches  y  quejas  de  todas  clases,  de  asediar  tam­
      bién a Efestión con amargos mensajes, sin perjuicio de estar celosa del ascendiente
      que  tenía  sobre  su  hijo,  y  sobre  todo  de  enviar  al  Asia,  continuamente,  las  más
      violentas  acusaciones  contra  Antipáter.  Por  su  parte,  éste  quejábase  no  menos
      amargamente  de  las  intrigas  de  la  reina  y  de  su  intromisión  en  los  asuntos  del
      estado.  Algún  autor  cita  las  siguientes  elocuentes  palabras  de  Alejandro:  “Anti­
      páter no  sabe  que  una  lágrima  de  mi  madre  vale  por  mil  cartas  suyas”.  Su  con­
      fianza  en  el  regente  del  reino  que  había  quedado  en  Macedonia  no  estaba  a
      prueba  de  recelos:  era  muy  posible,  pensaba,  que  se  hubiese  dejado  ganar  por
      las  tentaciones  del  gran  poder  que  le  había  sido  conferido;  ya  vimos  cómo  Anti­
      páter,  después  de  la  ejecución  de  su  yerno  Filotas,  había  establecido  contactos
      secretos  con  los  etolios;  había,  pues,  razones  para  obrar  con  prudencia,  aunque
      las  constantes  quejas  y  advertencias  formuladas  por  Olimpia  carecieran  siempre
      de fundamento, en lo que hoy es posible colegir. Arriano dice,  desde luego, que no
      se  sabe  de  ninguna  manifestación  ni  de  ningún  acto  de  Alejandro  que  revelase
      un cambio  de  actitud  con respecto  a  Antipáter;  él  conjetura  que  el  rey le  ordenó
      trasladarse  al  Asia  no  como  castigo,  sino  para  evitar  que  la  desavenencia  entre  la
      reina y el regente del imperio  condujese a resultados  fatales  para  ambos  e  incluso
      funestos  para  él  mismo.  Por  otra  parte,  la  orden  no  era  que  Antipáter  abando­
      nase  su  puesto  de  regente  sin  dilación,  para  trasladarse  en  seguida  al  Asia,  sino
      que siguiese  gobernando la  Macedonia  hasta  la  llegada  de  Crátero,  el  cual,  dada
      la  lentitud  con  que  marchaban  sus  veteranos,  tardaría  más  de  un  año  en  llegar
      a  su  destino.  El  extraño  giro  que  precisamente  en  aquellos  momentos  tomaban
      los  asuntos  de  la  Hélade  hacía  doblemente  necesaria  la  presencia  en  Macedonia
      de un  regente tan experimentado como  Antipáter.


                      DISGREGACIÓN  DE  LOS  PARTIDOS  EN   ATENAS
          Si  en  el  mundo  helénico  quedaba  algo  de  sana  sensibilidad  nacional,  las
      victorias  de  Alejandro  en  el  Gránico,  en  Isos,  en  Gaugamela,  la  liberación  de
       los helenos  del Asia,  la  destrucción  del  poder  comercial  de  Tiro  y  la  liquidación
       de  los  persas  habrían  debido —por  lo  menos  eso  parece  lo  lógico—  reconciliar  a
       los  irreconciliables,  remozar  el  espíritu  de  la  Hélade,  impulsar  a  toda  la  Gran
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