Page 454 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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        (IV,  22,  7;  23,  1;  24,  1),  durante  la  campaña  de  la  India  existían  ocho,  sin
        contar  la  agema.  No  hay  razones  concluyentes  para  poder  afirmar  de  un  modo
        terminante  que  la  expedición  a  través  del  desierto  fuese  tan  desastrosa  que  los
        restos  de  los  hetairas  quedasen  reducidos  a  cuatro  débiles  hiparquías.  En  todo
        caso,  no  cabe  duda  de  que  la  nueva  formación  del  ejército  perseguía  tanto  la
        finalidad  de  encuadrar  las  antiguas ομότιμοι  persas  en  el  cuerpo  de  los  hetairas
        como  la  de  incorporar  a  los  μηλοφόροι  a  las  taxis.  Carácter  distinto  de  éste
        tenían  los  30,000  persas  (probablemente,  asiáticos  en  general)  armados  y  adies­
        trados  al  modo  macedonio  que  los  sátrapas  condujeron  a  Babilonia  y  a  los  que
        Arriano  da  el  nombre  de  “epígonos” .  Estas  nuevas  tropas  fueron  las  que  Ale­
        jandro,  a  consecuencia  del  motín  de  Opis,  encuadró  en  su  ejército  según  las
        normas  macedónicas,  como  hetairas,  hipaspistas,  pecetairos,  etc.,  para  sustituir  a
        los macedonios  (Arr., VII,  11,  1).


                                  Nota 18, a p.  401

            Las  inscripciones  de  varias  ciudades  contienen  referencias  a  los  efectos  del
        decreto  ordenando la  vuelta  de  los  desterrados.  Dos  de  ellas  han  sido  reproduci­
         das  en  Hell.,  II2,  pp.  361,  363.  Tiene  especial  interés  la  descubierta  por  Conze
        en  Mitilene y reproducida en  su Reise  nach  Lesbos,  lám.  VIII,  2,  la  cual,  según
        Blass  (Hermes,  XIII,  p.  384),  forma  parte  de  C.  I  Gr.  II,  2166,  y  la  comple­
        menta.  El Gorgos de Jao, mencionado en las inscripciones de Samós y que,  según
        se  desprende  de  ellas,  habíase  esforzado  principalmente  cerca  de  Alejandro  por
        conseguir  que  fuesen  restituidas  a  sus  habitantes  las  islas  de  que  los  colonos
         áticos  los  habían  expulsado  desde  hacía  treinta  o  más  años  es  el  maestro  de
         armas  y  metaleuta  de  Alejandro,  de  quien  Estrabón  conocía  una  obra  sobre  las
         salinas  y  minas  del  país  de  Sopeites.  Permítasenos  que  rectifiquemos  aquí,  de
         pasada,  un  error  que  se  deslizó' al  corregir  las  pruebas  de  la  última  edición;  la
         isla  de  Samos  no  formaba  parte,  como  se  dice  en  la  p.  22,  de  la  segunda  liga
         marítima ateniense  en  la  época en  que  los  atenienses  expulsaron  de  su  isla  a  los
         de Samos  para  repartirla  entre colonos áticos .


                                   Nota  19, a p. 426

             Es  muy posible  que la  embajada  de  los  romanos  a Alejandro  aparezca  ador­
         nada en las historias de Alejandro escritas posteriormente por Aristo  y Asclepiades
         (Arr., VII,  15,  5),  pero  el hecho  de  que  Clitarco  (fragm.  23)  la  mencione  apo­
         yándose  en  el  testimonio  de  Plinio  (H.  N.,  III,  $  57)  ofrece  un  elemento  de
         juicio  bastante  segujo,  pues  Clitarco  escribió  en  una  época  en  que  el  nombre
         romano  po  iba  asociado  todavía  a  ninguna  idea  de  grandeza.  Aristóteles,  aparte
         de  una breve  noticia  sobre  ciertas  plantas  de  verano  (de  plant.,  1,  7,  p.  821  b),
         sólo habla de Roma en un fragmento que  figura  en Plut.  Cam.,  22,  y  Plutarco le
         rectifica: Αριστοτέλης  δέ  τό  ιχέν  άλώναι  την  πόλιν  ύπό  Κελτών ακριβώς δήλός
         Ιστιν  ακηκοώς,  τον  δέ  σώσαντα  Λεύκιον  είναι  φησιν  —  ήν  δε  Μάρκος,  ού
         Λεύκιος,  δ  Κάμιλλος,  lo  que,  si  estas  palabras  han  de  tener  sentido,  sólo  puede
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