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G. Marañón
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                       dándonos categoría humana superior
                       en el fondo a todas las demás; por lo
                       que el investigador raído y el escritor
  !
                       famélico y el maestro sin categoría so­
                       cial son, en realidad, y ante la Histo­
                       ria, la verdadera aristocracia de la
                       tierra.
                          Mas la diferencia esencial entre es­
                       tas vocaciones y la religiosa es esta
                       otra: las vocaciones de elevada cate­
                       goría que hemos mencionado suponen
                       una aptitud. La vocación auténtica no
                       es nunca platónica, sino que implica
                       inmediatamente el «servir» al objeto
                        de la vocación. Para descubrir, para
                        escribir, para enseñar hay que «servir»,
  1                     y se necesitan, por lo tanto, ante todo,
                        dones innatos y magníficos del alma
                        y de la personalidad entera. La voca­
                        ción, en último término, no es más, en









                                                                        >1 ti
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