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Vocación y éiica           55
               cualquier otro país— que al anunciar
               las sesiones de las sociedades cientí­
               ficas suprimen los nombres de aquellos
               que han de actuar, acaso tras muchas
               semanas de fatigosa rebusca, para no
               servir —dicen— de pedestal a estos
               inofensivos trepadores; ¡ah! pero si cual­
               quiera de ellos se decide a ser dipu­
               tado, estarán generosamente abiertas
               las columnas de la Prensa entera para
               todas las insensateces que diga en el
               Salón de Sesiones o en los corrillos de
               la Cámara; y nada digamos si nuestro
               sabio se alista como corredor en una de
               esas tan sonadas vueltas en bicicleta
               al perímetro de tal o cual país. Sólo si
              su talento extraordinario o su buena
              suerte le deparan un hallazgo de reso­
               nancia universal, se romperá el hielo
               de la pública indiferencia y pasará a









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