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52             G. Marañón
                         su ciencia, como el galeno; y, sobre
                         todo, porque el sacerdote no se acerca
                          a la miseria humana, como nosotros,
                          con la carga terrible de la responsa­
                          bilidad. El sacerdote sabe que va a
                          hacer seguramente un bien y que va,
                          seguramente, a dejar en pos de sí una
                          estela de veneración. El médico, en
                          cambio, no sabe si, con toda su cien­
                          cia y su buena fe, acertará. Y sabe
                          menos todavía si, acertando o no, le
                          acompañará la gratitud, siquiera el
                          respeto del enfermo y de sus familia­
    !                     res. Un alma, además, por sucia que
                          esté, es siempre interesante. El cuer­
                          po, muchas veces, no puede serlo ni
                          aun para el médico de más firme vo­
                          cación. Ha de ser, pues, la vocación
                          del galeno de los quilates más altos,
                          para cumplir un día y otro, con las no-
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