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                        no sea una prolongación del experi­
                        mento que ya nos planteó la Natura­
                        leza en cada enfermedad. Se habla
                         mucho, y con razón, de las técnicas y
                        de la necesidad de seguirlas con rigor.
                        Pero hay que atreverse a decir muy
                         alto que, para el médico, la técnica es
                        secundaria. En último término, no es
                         su misión el ejecutarla. Los técnicos
                         mejores son, con frecuencia, gentes
                         manuales y asalariadas, ejecutantes
                         exentos de la preocupación creadora.
                         Lo esencial en el experimento fisic-
                         patológico no es la técnica, sino el
                         planteamiento, que es donde palpita
                         el poder creador; y en éste, y no en la
                         técnica, es donde hay que ir a buscar
                         la verdad o el error de los resultados.
                         Por eso, en la historia de nuestra cien­
                          cia, que no es una ciencia exacta, han








                                                                         iai l ■
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