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III titulado: “Restauración política de España” y editado por Luis
Sánchez en Madrid en 1619, en él habla de la necesidad de
expulsar y acabar con los gitanos, pidiendo acabar, no solo con los
padres, sino hasta los hijos, y entre el largo discurso escribió las
siguientes palabras: “No hay ley que obligue a criar lobillos, en tan cierto
daño futuro del ganado”
El libro fue publicado de nuevo en 1746 por Juan de Zuñiga, y
dedicado a Fernando VI, el rey del genocidio.
El discurso es largo, pidiendo la aniquilación de los gitanos
comienza así:
“Señor:
Siempre los gitanos afligieron al pueblo de Dios, pero el
Supremo Rey les libró de ellos con muchos milagros que cuentan las sagradas
escrituras, y sin tantos, solo con el milagroso talento que en expulsiones
tiene. Su Majestad podría librar su reino de ellos (que es lo que suplica este
discurso)”
Ese terrible discurso de Sancho de Moncada, es de una maldad
incalculable, acusándolos de todos los delitos habidos y por haber,
y no contento con esto, acusa a las mujeres gitanas de rameras.
Aunque ya las leyes venían desde el 1499, no habían existido
discursos tan amplios como este, dedicados a convencer al rey de
la necesidad de expulsar o aniquilar a los gitanos, y como
observamos desde el principio, se veía como algo bueno de parte
de Dios, y se pone el ejemplo de la aflicción del pueblo de Israel
en Egipto. Los Israelitas fueron librados de los egipcios con
milagros de Dios, para librarse de los gitanos, solo se necesita el
milagro de expulsiones. Este era el discurso de Sancho de Mendoza.
Después del genocidio de 1749, concretamente el 1763, Pedro
Rodríguez de Campomanes y Pérez, quiso convencer al rey de
darle otro destino a los gitanos, entre ellos enviarlos a América
Latina. Pedro Rodríguez de Campomanes y Pérez fue nombrado
por Carlos III Ministro de Hacienda en 1760. En 1762 fue
nombrado Fiscal del Consejo de Castilla. Pero respondió a este
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