Page 907 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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de esta antecámara, el iluminado pasa a otra existencia más grande y más perfecta. El
ignorante vive en un mundo limitado por el tiempo y el espacio. En cambio, para los
que captan la importancia y la dignidad de Ser, aquellas no son más que formas
fantasmas, ilusiones de los sentidos: son límites arbitrarios que la ignorancia del
hombre impone a la duración de la Divinidad. El filósofo vive y se emociona al darse
cuenta de esta duración, porque, según él, la Causa Omnisciente considera aquel
período infinito el momento de todos los logros.
El hombre no es la criatura insignificante que parece ser; su cuerpo físico no es la
verdadera dimensión de su auténtico ser. La naturaleza invisible del hombre es tan
amplia como su comprensión y tan inconmensurable como sus pensamientos. Los
dedos de su mente se extienden y agarran las estrellas; su espíritu se mezcla con la
vida palpitante del propio cosmos Quien haya alcanzado el estado de entendimiento
ha aumentado tanto su capacidad de conocimiento que poco a poco va incorporando
en su interior los diversos elementos del universo. Lo desconocido no es más que lo
que todavía falta por incluir en la conciencia del buscador. La filosofía ayuda al
hombre a desarrollar el sentido de apreciación, porque, así como revela la gloria y la
suficiencia del conocimiento, también despliega los poderes y las facultades latentes
que le permiten dominar los secretos de las siete esferas.
Desde el mundo de las actividades físicas, los antiguos iniciados llamaban a sus
discípulos a la vida de la mente y el espíritu. A lo largo de los siglos, los Misterios han
estado en el umbral de la Realidad: un lugar hipotético entre el noúmeno y el
fenómeno, la sustancia y la sombra. Las puertas de los Misterios siempre están
entreabiertas y los que quieren pueden entrar en el espacioso domicilio del espíritu. El
mundo de la filosofía no queda ni a la derecha ni a la izquierda, ni arriba ni abajo.
Como una esencia sutil que impregna todo el espacio y toda la sustancia, está en todas
partes: penetra en lo más interno y lo más externo de todo el ser. En todos los
hombres y en todas las mujeres, estas dos esferas están conectadas por una puerta que
conduce desde el no yo y sus preocupaciones hasta el Yo y sus realizaciones. En los
místicos, esta puerta es el corazón y, mediante la espiritualización de sus emociones, se
ponen en contacto con el plano más elevado, que, una vez sentido y conocido, se
convierte en la suma de lo que vale la pena. En los filósofos, la razón es la puerta
entre el mundo exterior y el interior, y la mente iluminada salva el abismo entre lo
corpóreo y lo incorpóreo. Por consiguiente, la divinidad nace dentro del que ve y,
desde las preocupaciones de los hombres, se eleva hacia las preocupaciones de los
dioses.
En esta época de cosas «prácticas», los hombres se burlan hasta de la existencia de