Page 903 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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mental, hay otra ignorancia mucho más peligrosa y sutil. Esta segunda forma, llamada

  ignorancia doble o compleja, se puede definir brevemente como la ignorancia de la
  ignorancia. Al adorar al sol, la luna y las estrellas y al ofrecer sacrificios a los vientos,

  el  salvaje  primitivo  trataba  de  propiciar  a  sus  dioses  desconocidos  con  fetiches

  rudimentarios. Vivía en un mundo lleno de maravillas que no comprendía. Ahora se

  alzan  grandes  ciudades  en  los  lugares  por  donde  antes  deambulaban  los  hombres
  primitivos La humanidad ya no se considera rudimentaria ni aborigen. El espíritu de la

  maravilla  y  el  sobrecogimiento  ha  sido  sustituido  por  el  de  la  sofisticación.  En  la

  actualidad,  el  hombre  adora  sus  propios  logros  y,  o  bien  relega  al  fondo  de  su

  conciencia  las  inmensidades  del  tiempo  y  el  espacio,  o  no  las  tiene  en  cuenta  en
  absoluto.  El  siglo  XX  convierte  la  civilización  en  su  fetiche  y  se  abruma  con  sus

  propias invenciones; hasta se inventa sus propios dioses. La humanidad ha olvidado

  lo  infinitesimal,  lo  efímera  y  lo  ignorante  que  es  en  realidad.  Se  ha  burlado  de
  Ptolomeo, porque para él la tierra era el centro del universo, y la civilización moderna

  parece  basarse  en  la  hipótesis  de  que  el  planeta  tierra  es  la  más  permanente  e

  importante de todas las esferas celestes y que los dioses contemplan fascinados, desde
  sus tronos estelares, los acontecimientos monumentales y excepcionales que ocurren

  en este hormiguero esférico y caótico.

       A  lo  largo  de  las  épocas,  el  hombre  ha  trabajado  sin  descanso  para  construir

  ciudades que pueda gobernar con pompa y poderío, como si una cinta de oro o diez
  millones  de  vasallos  pudieran  elevarlo  por  encima  de  la  dignidad  de  sus  propios

  pensamientos  y  hacer  que  el  brillo  de  su  cetro  sea  visible  hasta  las  estrellas  más

  lejanas. Mientras este planeta diminuto gira en su órbita en el espacio, lleva consigo

  alrededor  de  dos  mil  millones  de  seres  humanos  que  viven  y  mueren  ajenos  a  la
  existencia  inconmensurable  que  hay  más  allá  del  bulto  en  el  que  viven.  En

  comparación  con  la  infinitud  del  tiempo  y  el  espacio,  ¿qué  son  los  magnates  de  la

  industria  o  los  amos  de  las  finanzas?  Si  uno  de  estos  plutócratas  prosperara  hasta
  gobernar toda la tierra, ¿qué sería sino un déspota insignificante sentado en un grano

  de polvo cósmico?

       La  filosofía  revela  al  hombre  su  similitud  con  la  Totalidad.  Le  enseña  que  es

  hermano de los soles que salpican el firmamento y, de ser un contribuyente sobre un
  átomo que gira, lo eleva a ciudadano del cosmos. Le enseña que, aunque físicamente

  esté vinculado a la tierra (de la cual forman parte su sangre y sus huesos), existe en su

  interior  un  poder  espiritual,  un  Yo  más  divino,  a  través  del  cual  se  unifica  con  la

  sinfonía del Todo. La ignorancia de la ignorancia, pues, es el estado autosatisfecho de
  inconsciencia en el cual el hombre, que no sabe nada fuera de la zona limitada de sus
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