Page 898 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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sangriento de la ambición mundana. El mundo de la filosofía —aquel jardín hermoso

  del pensamiento en el cual viven los sabios, unidos por el vínculo de la fraternidad—
  desaparece de la vista y en su lugar surge un imperio de piedra, acero, humo y odio,

  un mundo en el cual millones de criaturas potencialmente humanas corretean de aquí

  para  allá  en  un  esfuerzo  desesperado  por  existir  y,  al  mismo  tiempo,  mantener  la

  inmensa  institución  que  han  levantado  y  que,  como  un  poderoso  gigante,  retumba
  inevitablemente  hacia  un  fin  desconocido.  En  este  imperio  material  que  el  hombre

  erige con la vana creencia de que puede eclipsar el reino de los celestiales, todo se

  convierte  en  piedra.  Fascinado  por  el  oropel  del  triunfo,  el  hombre  contempla

  fijamente el rostro de la codicia, que, cual Medusa, lo deja petrificado.
       En  este  período  comercial,  lo  único  que  interesa  a  la  ciencia  es  clasificar  el

  conocimiento físico e investigar las partes temporales e ilusorias de la naturaleza. Los

  descubrimientos  que  considera  prácticos  se  limitan  a  sujetar  más  estrechamente  al
  hombre con los lazos de la limitación física. Hasta la religión se ha vuelto materialista:

  la belleza y la dignidad de la fe se miden mediante pilas inmensas de mampostería, la

  cantidad  de  propiedades  inmobiliarias  o  el  balance  financiero.  La  filosofía,  que
  conecta el cielo con la tierra como una escalera imponente, cuyos peldaños han subido

  los iluminados de todos los tiempos hasta llegar a la presencia viva de la Realidad…

  Hasta la filosofía se ha convertido en un cúmulo prosaico y heterogéneo de nociones

  contradictorias. Ya nada queda de su belleza, su dignidad ni su trascendencia. Como
  otras ramas del pensamiento humano, se ha vuelto materialista —«práctica»— y sus

  actividades están tan controladas que tal vez hasta contribuyan a levantar este mundo

  moderno de piedra y acero.

       En  las  filas  de  los  llamados  eruditos  está  surgiendo  un  nuevo  orden  de
  pensadores,  que  mejor  habría  que  llamar  la  Escuela  de  los  Sabios  Mundanos.

  Después de llegar a la increíble conclusión de que ellos eran la sal intelectual de la

  tierra,  estos  hombres  de  letras  se  han  designado  los  jueces  definitivos  de  todo
  conocimiento, tanto humano como divino. Este grupo sostiene que todos los místicos

  debían de ser epilépticos y la mayoría de los santos, neuróticos. Declara que Dios es

  una  invención  de  la  superstición  primitiva,  que  el  universo  se  creó  sin  ninguna

  intención determinada, que la inmortalidad es producto de la imaginación y que un
  individuo excepcional no es más que una combinación fortuita de células Según ellos,

  Pitágoras  estaba  mal  de  la  cabeza,  Sócrates  tenía  fama  de  borracho,  a  san  Pablo  le

  daban  ataques,  Paracelso  era  un  curandero  infame,  el  conde  de  Cagliostro,  un

  embaucador y el conde de Saint Germain, el mayor sinvergüenza de la historia.
       ¿Qué  tienen  en  común  los  conceptos  elevados  de  los  redentores  y  los  sabios
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