Page 894 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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todos callaron y se volvieron a mirar al desconocido. ¿Quién era aquel hombre que de

  pronto  había  aparecido  entre  ellos  y  los  había  dejado  paralizados  con  su  oratoria?
  Nunca lo habían visto hasta entonces y nadie se había dado cuenta de su entrada, pero

  su elevada estatura y la palidez de su rostro los llenaron de un respeto reverencial.

  Con el fervor sagrado que resonaba en su voz, el desconocido los conmovió hasta el

  alma.  Sus  últimas  palabras  se  oyeron  en  todo  el  edificio:  «¡Dios  ha  concedido  a
  América la libertad!». Cuando el desconocido se hundió exhausto en un sillón, estalló

  un entusiasmo desenfrenado. Se volcaron en el pergamino un nombre tras otro y así

  se firmó la declaración de la independencia, pero ¿dónde estaba el hombre que había

  precipitado  la  consecución  de  aquella  tarea  inmortal,  que  por  un  momento  había
  alzado el velo de los ojos de los reunidos y les había revelado al menos una parte del

  gran  propósito  para  el  cual  fue  concebida  la  nueva  nación?  Había  desaparecido  y

  jamás  se  lo  volvió  a  ver  ni  se  pudo  determinar  su  identidad.  Aquel  episodio  es
  comparable  con  otros  similares  mencionados  por  los  historiadores  antiguos  con

  respecto  a  la  fundación  de  todas  las  naciones  nuevas.  ¿Son  meras  coincidencias  o

  demuestran  que  la  sabiduría  divina  de  los  Misterios  antiguos  sigue  presente  en  el
  mundo para servir a la humanidad como antes?
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