Page 889 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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París, La Haya, Londres y San Petersburgo». Resulta evidente que monsieur de Saint
Germain adoptó todos estos nombres para poder cumplir su labor de agente secreto
político, que fue —suponen los historiadores— la principal misión de su vida.
Se ha descrito al conde de Saint Germain como de mediana estatura, cuerpo bien
proporcionado y facciones regulares y agradables. Tenía la tez algo morena y el
cabello oscuro, aunque a menudo se lo empolvaba. Vestía con sencillez, por lo general
de negro, pero la ropa le sentaba bien y era de calidad inmejorable. Aparentemente, le
obsesionaban los diamantes y los llevaba no solo en anillos, sino también en el reloj y
la cadena, la caja de rapé y en sus hebillas. En una ocasión, un joyero calculó que las
hebillas de sus zapatos valían doscientos mil francos. En general se representa al
conde como un hombre de mediana edad, sin arrugas y sin ningún trastorno físico.
No comía carne ni bebía vino; en realidad, pocas veces comía en presencia de
terceros. Aunque algunos nobles de la corte francesa lo consideraban un charlatán y
un impostor, Luis XV reprendió con severidad a un cortesano que hizo un comentario
despreciativo acerca de él. La elegancia y la dignidad que caracterizaban su conducta,
junto con su perfecto control de cada situación, daban fe del refinamiento y la cultura
innatos de alguien que estaba en su ambiente. Aquella persona extraordinaria tenía,
además, la sorprendente e impresionante habilidad de adivinar, hasta los más mínimos
detalles, las preguntas que le harían incluso antes de que se formularan. Mediante algo
similar a la telepatía, también era capaz de sentir cuándo era necesaria su presencia en
alguna ciudad o estado lejanos y también se tiene constancia de que tenía el hábito
asombroso no solo de aparecer en sus propios aposentos y en los de sus amigos sin
recurrir al formalismo de usar la puerta, sino también de salir de ellos de la misma
forma.
En sus viajes, monsieur de Saint Germain recorrió numerosos países. Durante el
reinado de Pedro III estuvo en Rusia y entre los años 1737 y 1742 estuvo en la corte
del sah de Persia como invitado de honor. Acerca de sus correrías, Una Birch escribe
lo siguiente: «Los viajes del conde de Saint Germain abarcaban un período de muchos
años y una gran variedad de países. De Persia a Francia y de Calcina a Roma, era
conocido y respetado. Horace Walpole habló con él en Londres en 1745: Clive lo
conoció en India en 1756: madame d’Adhémar afirma que lo vio en París en 1789,
cinco años después de su supuesta muerte, mientras que otras personas pretenden
haber conversado con él a principios del siglo XIX. Gozaba de confianza e intimidad
con los monarcas europeos y tenía el honor de ser amigo de muchas personas
distinguidas de todas las nacionalidades. Hasta se lo menciona en las memorias y las
cartas de aquella época y siempre como un hombre misterioso. Federico el Grande.