Page 217 - Dune
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—Cuando sepan de mi existencia será demasiado tarde —dijo él.
               Ella intentó desviar su atención, bajó sus manos y dijo:
               —¿Encontraremos refugio entre los Fremen?

               —Los  Fremen  tienen  un  dicho  que  atribuyen  al  Shai-Hulud,  el  Viejo  Padre
           Eternidad, según la tradición. Dice: «Tienes que estar preparado para apreciar lo que
           encuentres».

               Y pensó: Sí, madre… entre los Fremen. Adquirirás ojos azules y una callosidad
           en tu adorable nariz, donde estará fijado el tubo de tu destiltraje… y darás a luz a mi
           hermana: Santa Alia del Cuchillo.

               —Si tú no eres el Kwisatz Haderach —dijo Jessica—, ¿quién…?
               —No puedes comprenderlo —dijo él—. Lo creerás tan sólo cuando lo veas.
               Y pensó: Soy una semilla.

               De pronto, vio lo fértil que era el terreno en el cual había caído, y dándose cuenta
           de ello, la terrible finalidad volvió a él, inundándole de aquel espacio vacío en algún

           lugar de su interior, sofocándole con el dolor.
               Había visto una bifurcación en el camino frente a ellos… en una se hallaba un
           diabólico viejo Barón, y él le decía:
               —Hola, abuelo.

               Detestó  aquella  bifurcación,  sintiendo  que  le  invadía  la  náusea.  La  otra
           bifurcación estaba llena de manchas de un confuso grisor interrumpidas por cimas de

           violencia. Tuvo allí una visión de una religión guerrera, un fuego que se extendía por
           todo  el  universo  con  el  estandarte  verde  y  negro  de  los  Atreides  tremolando  a  la
           cabeza de oleadas de fanáticas legiones ebrias de licor de especia. Gurney Halleck y
           algunos pocos más de los hombres de su padre —muy pocos— estaban entre ellos,

           enarbolando el símbolo del halcón del santuario del cráneo de su padre.
               —No puedo tomar este camino —murmuró—. Este es el que querrían realmente

           las viejas brujas de tu escuela.
               —No te comprendo, Paul —dijo su madre.
               Permaneció  silencioso,  pensando  que  él  era  tan  sólo  una  semilla,  pensando  en
           aquella consciencia racial que al principio había experimentado bajo la forma de una

           terrible  finalidad.  Descubrió  que  ya  no  podía  odiar  a  la  Bene  Gesserit,  ni  al
           Emperador,  ni  siquiera  a  los  propios  Harkonnen.  Todos  ellos  estaban  ligados  a  la

           ineluctable necesidad de la raza de renovar su propia herencia dispersa, cruzando y
           mezclando  y  refundiendo  sus  lineas  en  un  gigantesco  rebullir  genético.  Y  la  raza
           conocía tan sólo un camino para esto… el antiguo camino que superaba cualquier

           obstáculo: la Jihad.
               No puedo escoger en absoluto este camino, pensó.
               Pero de nuevo, en las profundidades de su mente, vio el santuario del cráneo de su

           padre, y la violencia con el estandarte verde y negro ondeando en su centro.




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