Page 284 - Dune
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Gesserit: «La mente va en una u otra dirección bajo el efecto de un esfuerzo…
positivo o negativo, conectado o desconectado. Pensad en ello como en un espectro
cuyos extremos fueran el inconsciente como negativo y el hiperconsciente como
positivo. La dirección que tome la mente bajo el efecto de un esfuerzo estará
fuertemente influenciada por el adiestramiento».
—Se podría vivir bien aquí —dijo Paul.
Jessica probó a ver el desierto a través de los ojos de él, intentando captar en un
conjunto todos los rigores que aquel planeta aceptaba como normales y
preguntándose cuáles podían ser los futuros posibles entrevistos por Paul. Aquí uno
podría vivir solo, pensó, sin miedo a tener a alguien a tus espaldas, sin miedo a ser
cazado.
Pasó ante Paul, tomó sus binoculares, ajustó las lentes de aceite y estudió la
escarpadura delante de ellos. Sí, saguaro en los arroyos y otras hierbas espinosas… y
matojos de hierba corta de color amarillo verdoso en las zonas de sombra.
—Voy a levantar el campo —dijo Paul.
Jessica asintió, saliendo de la fisura para tener una visión panorámica del desierto
y apuntando sus binoculares hacia la izquierda. Una hoya de sal de cegadora blancura
se extendía por aquel lado, con los bordes manchados de ocre: una extensión blanca,
en la que el blanco significaba muerte. Pero la hoya significaba otra cosa: agua. Hubo
un tiempo en que aquel brillante blanco había estado cubierto de agua. Bajó sus
binoculares, ajustó su albornoz, escuchó por un momento el sonido de los
movimientos de Paul.
El sol descendió un poco más. Las sombras se alargaron sobre la hoya de sal.
Líneas de fulgurantes colores se dibujaron en el horizonte. Después, los colores se
fundieron en las tinieblas arenosas, y la repentina llegada de la noche hizo
desaparecer el desierto.
¡Las estrellas!
Jessica alzó los ojos hacia ellas, oyendo los movimientos de Paul que se acercaba
a su lado. La noche tomó posesión de todo el desierto, y las estrellas parecieron surgir
de la arena. La opresión del día retrocediendo: Un breve soplo de brisa acarició su
rostro.
—La primera luna se levantará muy pronto —dijo Paul—. La mochila está lista.
He plantado el martilleador.
Podríamos perdernos en este lugar infernal, pensó Jessica. Y nadie lo sabría.
El viento nocturno levantó hilillos de arena que azotaron su rostro, llevando
consigo el olor a canela: una lluvia de olores en la oscuridad.
—Huele eso —dijo Paul.
—Puedo olerlo incluso a través del filtro —dijo ella—. Riqueza. ¿Pero es
suficiente para comprar agua? —Señaló al otro lado de la depresión—. No se ven
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