Page 285 - Dune
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luces artificiales allí.
—Los Fremen se esconderán en un sietch, tras esas rocas —dijo él.
Un disco de plata surgió del horizonte, a su derecha: la primera luna. Apareció
lentamente, con el perfil de una mano distinguiéndose claramente en su superficie.
Jessica observó el color blanco plateado que adoptaba la arena expuesta a la luz.
—He plantado el martilleador en la parte más profunda de la hendidura —dijo
Paul—. Cuando encienda la mecha tendremos alrededor de treinta minutos.
—¿Treinta minutos?
—Antes de que empiece a atraer… a… un gusano.
—Oh. Estoy lista.
Paul se deslizó hacia un lado y ella le oyó avanzar a lo largo de la fisura.
La noche es un túnel, pensó. Un agujero hacia el mañana… siempre que exista un
mañana para nosotros. Agitó la cabeza. ¿Por qué estos morbosos pensamientos?
¡Estoy mejor adiestrada que eso!
Paul regresó, tomó la mochila y abrió camino hacia la primera duna, donde se
detuvo para escuchar mientras su madre le alcanzaba. Oyó su suave avanzar y el
gélido caer de los granos de arena… el código del desierto marcando la defensa de
sus secretos.
—Debemos avanzar sin ningún ritmo —dijo, y reclamó a su memoria la imagen
de hombres andando en la arena… a su memoria real y a su memoria presciente—.
Observa cómo lo hago —dijo—. Así caminan los Fremen por la arena.
Avanzó por el lado de la duna expuesto al viento, siguiendo su curva, arrastrando
los pies.
Jessica estudió su avance durante diez pasos, y le siguió, imitándole. Captó el
sentido de todo aquello: sus sonidos debían ser iguales que los de la arena en su caída
natural… como el viento. Pero los músculos protestaban ante aquel cortado e
innatural movimiento: paso… deslizamiento… deslizamiento… paso… paso…
pausa… deslizamiento… paso…
El tiempo se dilataba a su alrededor. La roca frente a ellos parecía no acercarse
nunca: La que quedaba a sus espaldas seguía viéndose enorme.
¡Bum! ¡Bum! ¡Bum! ¡Bum!
El rítmico pulsar surgió de las rocas, a su espalda.
—El martilleador —susurró Paul.
El batir continuó, y encontraron difícil sustraerse a su ritmo mientras avanzaban.
Bum… bum… bum… bum…
Se movían en una hondonada iluminada por la luna, perseguidos por aquel batir.
Arriba y abajo, duna tras duna: paso… deslizamiento… pausa… paso… La arena
aglomerada rodaba bajo sus pies: deslizamiento… pausa… pausa… paso… Y no
dejaban de escuchar ni un solo instante, esperando oír en cualquier momento aquel
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