Page 20 - Hildebrant en sus Trece 01.10.2021
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rrido ir a verlos vivir.
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IMPRESCINDIBLES Beaumarchais le molesta, lo encuentra
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Las obras de Marivaux le aburren.
peligroso. La ironía le repugna; todo
se lo toma en serio. En el fondo sigue
siendo un provinciano; desconfía del in-
El mujeriego Descontento de sí mismo, se irrita más genio de París y no entiende sus juegos
de palabras y sus alusiones que no pue-
aún cuando ella se atreve a reprocharle
den divertir más que a la gente burlona
su amabilidad con Mme. Junot:
y blanda de espíritu. Desprecia la farsa.
Condena el drama porque le parece hí-
–¡Estás loca! –gruñe–. Sabes que lo
Napoleón que más aborrezco son celos sin sentido brido, y como buen geómetra no aprecia
más que los estilos cortantes.
común. Anda, bésame y cállate. Te pones
fea cuando lloras, ya te lo he dicho.
Pero, semejante en esto a los hom-
¿Entre Mme. Junot y el Cónsul hay
bres de su tiempo, venera la tragedia. Su
algo más que una amistad muy libre?
dibujo preciso, como la cadencia de los
Cuando Mme. Junot está sola en la Mal-
maison, Bonaparte la despierta a las cin- alejandrinos, satisface su necesidad de
orden y de grandeza. En ella se encuen-
co de la madrugada, se instala en su al- tra en su elemento, la siente digna de él.
El gran escritor e historiador francés Octave Aubry (1881-1946) se especializó coba, charla con ella y le hace cosquillas Además, le atribuye una enseñanza mo-
en Napoleón Bonaparte y escribió no menos de diez volúmenes sobre el en los pies a través de las sábanas. Hasta ral. –A la tragedia –dice una noche en
que un día se encuentra con Junot que
colosal personaje. En “Vida privada de Napoleón”, editada originalmente estaba de servicio en París y que ha ido a Saint-Cloud– hay que ponerle aun por
en París en 1939 y publicada por primera vez en español por Losada en 1940, la Malmaison “de contrabando”. encima de la historia... No se necesita ser
–Por Dios, general –exclama el inge-
Aubry dedica un capítulo a algunos de los devaneos de quien se coronaría nuo soldado–, ¿qué venís a hacer a estas poeta para juzgarla. Basta con conocer
los hombres y las cosas, tener elevación
emperador y al sufrimiento de su consorte. horas en la habitación de nuestras mu- y ser hombre de Estado. La tragedia ca-
jeres? lienta el alma, levanta el corazón y puede
El Primer Cónsul sale del paso bro- y debe crear héroes.
«Tranquilizada con respecto a la no... meando. Perdona a Junot su fuga. Puede Prefiere Corneille a Racine, aunque
Grassini, Mme. Bonaparte no tarda en Manda volver atrás. Pero Bonaparte que tenga sus razones para tratarle con pida a Talma que dé en la Malmaison
sentir otras inquietudes. El Cónsul trata alcanza la calesa. tantos miramientos... De todos modos, representaciones de Esther y de Atalia.
con mucha familiaridad a Laura Junot. –¿Qué nuevo capricho es este? –pre- esta intimidad fue breve; Mme. Junot Pero El Cid, Los Horacios, La Muerte
Se comprende, puesto que la ha conoci- gunta. vuelve a París y se instala en una casa de Pompeyo y especialmente Cinna, le
do de niña; pero lo cierto es que, en la Toca la espalda del postillón con su de campo en Bievres, comprada gracias transportan. No se cansa de verlos y le
intimidad de la Malmaison, esto toma fusta. a las liberalidades del Cónsul. Entonces producen siempre un gran placer.
un cariz bastante equívoco que la llena –Volved al sitio de donde venís. –Corneille –le dice a Mme. de
nuevamente de zozobra. Mme. Junot no Va hasta el arroyo y descabalga Rémusat– adivinó la política. No
es nada bonita: negruzca entre sus trajes para esperar el coche. hace mucho me he explicado el
claros, con su narizota y sus ojos vivos, –Toma impulso –le dice al pos- desenlace de Cinna. Primero no
parece un pájaro. Pero es joven, ágil, de tillón–, luego suelta las riendas y veía en esta obra más que la ma-
charla chispeante, y Mme. Bonaparte, a pasarás. nera de hacer un quinto acto paté-
su lado, se siente vieja de repente. Por Josefina lanza un grito agudo: tico; y la clemencia, propiamente
otra parte, Napoleón maltrata a veces a –¡Dejadme bajar! ¡Bonaparte, dicha, es una virtud tan pequeña y
su mujer; le reprocha en público que vaya por favor, te lo pido, déjame bajar! tan pobre, cuando no se apoya en
demasiado pintada; la llama condesa de Junta las manos y llora. El Cón- la política, que la de Augusto, con-
Escarbagnas; la contraría disparando su sul se encoge de hombros. vertido de repente en un príncipe
carabina contra los cisnes y los patos que –¡Qué niñería! Pasaréis y en la bonachón, no me parecía digna
nadan por sus estanques y cortando las calesa. Vamos, ¿me has oído? –le de terminar esta hermosa trage-
flores de sus invernaderos. (Se nota en él dice, blasfemando, al postillón. dia. Pero una vez que le oí a Mon-
en ciertos momentos una especie de ma- Mme. Junot, que está embara- vel pronunciar el seamos amigos,
nía pueril de destrucción). Se le escapan zada, se apiada de Mme. Bonapar- Cinna, con un tono hábil y astuto,
sarcasmos brutales en los que estalla su te. Con su aplomo ordinario, inter- comprendí que aquello no era más
pesar por no haber tenido hijos. Un día viene: que la ficción de un tirano; y apro-
que almuerza con algunos generales, les –General, yo soy responsable de bé como cálculo lo que me parecía
propone ir a cazar al Parque. la vida de otro; no puedo quedar- pueril como sentimiento. Siempre
–¿Una caza, ahora? –exclama Josefi- me en la calesa. La sacudida será hay que decir ese verso de manera
na–. ¡Por Dios, Bonaparte, todos nues- violenta y podría hacerme daño. que el único engañado de todos los
tros animales están preñados! No querréis matarme, me figuro, que lo escuchan sea Cinna.
Napoleón, con una risa amarga, dice a general. En Ifigenia se fija en Mlle.
sus huéspedes, crudamente: –Bajad; vos tenéis razón. George. Tiene dieciséis años; pero
–Bueno, hay que renunciar; todo es Le ofrece la mano. Cuando parece mayor; es alta y fuerte, con
prolífico aquí, menos la señora. Mme. Junot ha bajado, ordena: una belleza clásica, un poco fría,
Compra los bosques de Butard para –¡Levantad el estribo y que pase más imponente que graciosa.
extender la Malmaison que cada día le la calesa! Hija de cómicos, hizo pequeños
gusta más. Al día siguiente quiere llevar –General, Mme. Bonaparte está papeles en los teatros de provincia
a su mujer al delicioso pabellón de Mme. enferma; tiene fiebre, os lo suplico, 1La tercera edición en español de Losada (1951). que su padre dirigía. La célebre
de Pompadour. Josefina tiene jaqueca y dejadla bajar. Raucourt la oyó en Amiens y la lle-
preferiría acostarse y dormir. Bonaparte Él la fulmina con una mirada: vó a París, donde le dio lecciones y
insiste: –Mme. Junot, nunca me han la hizo debutar a los quince años en
–Anda, ven con nosotros. El aire te gustado las amonestaciones; ni cuando Josefina le devuelve su confianza. Sabe el papel de Clitemnestra en la Comedia
hará bien; es el mejor remedio contra to- era niño. Pregúnteselo a la signora Leti- que ya no tiene nada que temer por este Francesa. A pesar de las intrigas urdi-
dos los dolores. cia... Vamos, venid, os voy a hacer pasar lado. das por los amigos de Mlle. Duchesnois,
Josefina no se atreve a seguir negán- ese río espantoso, ese horrible precipicio. *** George triunfó. Se puso de moda. fue
dose. Pide un sombrero y un chal y sube Sostenida por él, Mme. Junot atra- amante de Luciano y luego de un gran
con Mme. Junot en una calesa conducida viesa el arroyo saltando por las piedras. Se tendrá que atormentar con más señor polaco, el príncipe Sapieha.
a la D’Aumont. Bonaparte sale a caballo. Bonaparte ve que la calesa, en la que Jo- motivo cuando Bonaparte, poco des- A Bonaparte le interesó su figura es-
Muy alegre, se adelanta al galope y luego sefina sigue pálida y temblando, no se ha pués, conozca a Mlle. George, la joven cultural hecha para los papeles trágicos;
vuelve. En la portezuela toma la mano de movido. Le pega al postillón un fustazo trágica del Teatro Francés. a pesar de que George tiene grandes
Josefina, la estrecha y se va otra vez. en la espalda. Siempre le ha gustado el espectácu- manos y pies, lo que él llama “despojos
A Mme. Bonaparte siempre le da mie- –¿Qué es eso, sinvergüenza? ¡Vas a lo. Meridional y mediterráneo, hay en él canallas”. Manda a su ayuda de cámara
do ir en coche. Esta vez se encuentra mal cumplir mis órdenes! un actor nato que la política y el poder Constant que invite a la actriz a ir a verle
de veras; cierra los ojos para no ver los El postillón lanza los caballos. El co- perfeccionan. La escena le parece un me- a Saint-Cloud. El Cónsul habla con ella,
accidentes del camino. Al llegar a un che, dando brincos, pasa el arroyo. Jose- dio familiar. No obstante, la comedia le bromea, le hace contar sus comienzos.
arroyo de orillas bastante abruptas, el fina, con los ojos enrojecidos y la pintura gusta poco. No le sienta la filosofía de un Le prohíbe que vuelva a ver al prínci-
postillón vacila. Josefina se asusta y dice corrida, se siente tan deshecha que se Moliére; allí se encuentra descentrado. pe. Con un movimiento brusco llega a
al picador: cubre con su velo de gasa. Solloza hasta –Ha puesto a sus personajes –dice– desgarrar el velo de encaje que Sapieha
–No quiero ir a Butard por ese cami- Butard. Bonaparte va a ayudarla a bajar. en un medio donde nunca se me ha ocu- había regalado a George, y lo pisotea. Al
"El inteligente no es aquel que lo sabe todo sino aquel que sabe utilizar lo poco que sabe"
20 hildebrandt en sus trece DEL VIERNES 1 AL JUEVES 7 DE OCTUBRE DEL 2021