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ches, se veía algún que otro taxi de vez en cuando, “¿estoy en las noticias sobres muertes y contagios, cada vez pesaban
un sueño, será real?” Sí, era real. Un virus dejó vacías las calles más en nuestras cabezas. Cada día al despedirme le decía: “no
de mi ciudad. se preocupe, mañana estaré aquí” Cuando salía a la calle vol-
vía a la realidad, mi mascarilla era mi paño de lágrimas.
Como cada mañana llegaba a casa de Antonio, la persona a la
que sigo cuidando, con una gran sonrisa para que él no se pre- De regreso a casa volvía a ponerme la sonrisa para no preocu-
ocupara por nada, aunque no podía evitar estar angustiado par a los míos. Cuando me decían lo valiente que era, pensaba
por la situación. Yo me encargo de comprar sus medicinas y de si ellos se imaginaban la incertidumbre, la soledad y el miedo
su alimentación, porque como es persona de riesgo, no puede que pasaba.
salir de casa. Para mí era importante que las pocas horas que
pasaba con el estuviera acompañado. Hablábamos de todo lo Qué gratificante era cuando llegaban las 8 de la tarde y salía-
que estaba pasando, yo intentaba quitarle importancia para mos a los balcones a aplaudir a todas esas personas tan ne-
que no se sintiera tan agobiado, era tal su preocupación que cesarias que tanto nos cuidaban y se exponían al virus. Entre
todos los días se tomaba la temperatura. Como a todas las esas personas me encontraba yo.
personas mayores, esta situación de encierro y soledad le Así fueron transcurriendo los meses en los que me colocaba
asustaba mucho. Él me decía, “Carmen tenga mucho cuida- mi traje de valiente, día tras día.
do, no enferme porque si mis hijos no pueden venir a verme
¿quién me va a cuidar?”. Qué tristeza, quién iba a pensar que Ahora después de un año, todavía pienso en lo dura que fue
todo esto iba a suceder, que a él siendo médico psiquiatra, le esa soledad.
iba a afectar tanto y lo iba a pasar tan mal. Tampoco ayudaban
Carmen Martín
ALQUIMIA FEMINISTA | 15