Page 153 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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ORGANIZACION DE LOS NUEVOS TERRITORIOS 147
liga de Corinto como contrapeso a la federación de los estados que en gran parte
habían sido obligados a aliarse con Macedonia por la fuerza de las armas y que
distaban mucho de ser aliados leales; además, hay que tener en cuenta que la “liga
de los helenos dentro de las Termopilas” no se había creado exclusivamente para
hacer la guerra contra los persas, sino también para mantener la paz, el derecho
y el orden dentro de los territorios de la confederación; desde este punto de
vista, el sinedrio de Corinto habríase encontrado demasiado lejos de las islas y
las ciudades del Asia y no habría sido el órgano adecuado para adoptar decisio
nes regulares.
Podemos dar por supuesto como bastante probable —pues no existen datos
concretos acerca de ello— que Alejandro obligó también a estas ciudades griegas,
aún al margen de la confederación, a reconocer sus poderes ilimitados como es
tratega y a contribuir con determinadas prestaciones para la gran guerra contra
el enemigo común. El estado actual de las fuentes no nos permite, desgraciada
mente, llegar a conclusiones concretas acerca de este punto, saber si estableció
pactos especiales con cada una de ellas en este sentido o si las impulsó a concertar
entre sí federaciones análogas a las de la Hélade —por ejemplo, la de los eólicos,
la de los jonios, etc.— con este fin y para el aseguramiento de la paz territorial.
Tenemos, por lo menos, noticias documentales de una de estas agrupaciones de
ciudades, noticias procedentes de la época de Antígonas (hacia el año 306);
se trata de un “coinon de las ciudades” * de la región de las montañas del Ida,
agrupadas en torno al culto de la Atenea de Ilion, con un sinedrio que toma
ba acuerdos en nombre de las ciudades; en la inscripción de que proceden estos
datos se mencionan como copartícipes de esta liga de ciudades la de Gárgara en
el golfo Adramiténico y la de Lampsaco en el Helesponto.
Hemos visto lo bien dispuesto que estaba Alejandro a fomentar por todos
los medios el auge de estas antiguas ciudades griegas. Habiéndoles entregado a
manos llenas prerrogativas y libertades, tenía derecho a confiar que se vinculasen
al nuevo orden de cosas con mayor celo y entusiasmo que los estados de la Héla
de, que olvidasen y superasen aquella política mezquina y rastrera a que se habían
acostumbrado durante los largos años de dominación de los persas, para apro
vecharse inteligentemente de los inmensos beneficios de su nueva situación de
ciudades libres, protegidas por un poderoso libertador.
Los helenos establecidos en estos países asiáticos, desde la Propóntide hasta
el mar de Chipre, no podían por menos de sentir con gran fuerza un contraste tan
clamoroso entre su situación actual y la anterior; pareceríales, seguramente, como
si de pronto les hubiesen devuelto la luz y el aire.
Véase nota 6, al final.